miércoles, 12 de febrero de 2014

LAS (PRIMERAS) DIEZ MEJORES BANDAS SONORAS DE LA HISTORIA

INTRODUCCIÓN


No me gustan las bandas sonoras que parece hechas por un robot. Dos o tres acordes, un subidón cuando la escena llega al clímax, y luego algo que está muy de moda últimamente: la combinación de flauta y cuerdas, ya sea para la historia de un indio que lucha por mantener su tribu a flote, ya para un trasatlántico que se hunde. A mi me gustan las bandas sonoras que hablan, que aportan cosas, que son parte del hilo argumental. Me gustan las bandas sonoras que expresan lo que ni los guionistas, ni los directores ni los actores pueden expresar. Son esas partituras que transfiguran una idea abstracta, imposible de expresar físicamente, en algo bello, terrible, emocionante o triste. Son la línea extra del guión.

Dicho lo cual, comprenderéis que lo de escoger las diez mejores de la historia es una boutade. Es ridículo. Así que de vez en vez, bajo este estentóreo epígrafe, iré poniendo las bandas sonoras que me han contado taaantas cosas a lo largo de mi vida. Y espero que vosotros también participéis y hagáis fosfatina mis elecciones. Comenzamos.

1. VERTIGO, DE BERNARD HERRMANN

Las enrevesada e intrincada mente de Hitchcock encontró su émulo perfecto en Bernard Herrmann, un judío atormentado, que llegó a romperle un violín en la cabeza a un profesor que le había suspendido en el conservatorio, y por cuyo cerebro privilegiado circulaba la misma visión vital que la del director londinense. Allí donde Hitchcock no llegaba para expresar su mezquindad, Herrmann ponía su música como si de un actor más se tratase. 

En Vértigo la simbiosis es total. Ya desde los desquiciados títulos de crédito, que Herrmann remarca con una melodía obsesiva que avanza una historia delirante pero tan bella. 


Sin embargo, la música de Vértigo es, en mi opinión, la mejor jamás compuesta para una película por su belleza. A Herrmann se le ha acusado de plagiar, o inspirarse demasiado, en Wagner. Es cierto. La Scene D'Amour es absolutamente wagneriana. Sin embargo, tiene algo de desolación, de perdición, de rendirse definitivamente a lo bello, que Wagner no alcanza. Se detiene en una mañana esplendorosa de verano, en los jardines en flor, en los cielos límpidos, en la calma en la ciudad. Las cuerdas tremolan, porque el corazón tremola, y luego la música estalla en unos fuegos artificiales con el arpa subrayándolo todo. Y, creo, nunca se ha expresado el amor tan puramente como en esta Scene D'Amour de la irrepetible Vértigo de Alfred Hitchcock. Música de Bernard Herrmann. 



2. DRÁCULA, DE WOJCIECH KILLAR

Recuerdo haber visto Drácula de Bram Stoker // Coppola en los lamentablemente desaparecidos cines Hollywood de Gijón. Era una tarde de febrero de hace exactamente veinte años. Las colas eran largas, así como también la decepción a la salida. A mí, la película me desenganchó a los veinte minutos (curiosamente, mi opinión de la película ha cambiado a mejor con el paso del tiempo). Aquello que veía en la pantalla me parecía artificial, pasado de efectos y, sobre todo, desequilibrado: ¿Qué podían hacer Winona Ryder o Keanu Reeves ante el talento de Gary Oldman? Sin embargo, hubo algo en la película que me sacudió: su música. Estrepitosa por momentos, lánguida, romántica, nostálgica... Durante la proyección, estuve convencido de que era obra de Jerry Goldsmith, pero esperé a los créditos. Erraba: era de un tal Wojciech Killar. Polaco, de formación exquisita, Killar falleció el pasado 29 de diciembre. Y en el zurrón puede llevarse esta obra maestra de la música de cine, que empieza así:


Sí, lo sé, suena al Marte, de Gustav Holst, pero como muchas otras bandas sonoras. ¿Verdad, John Williams?


Sin embargo, la música de Killar es de una riqueza instrumental extraordinaria. Alguien, con más conocimientos y paciencia que yo, debería contar cuántos instrumentos suenan en la pieza. Escuchándola, parece que viajamos a través de los bosques de Transilvania. Vemos volar sobre los árboles el dolor de Drácula, su nostalgia romántica. Lo vemos urdir su plan de recuperar lo que fue suyo y dejar atrás una eternidad de sufrimiento.
En la partitura de Killar se mezclan dramatismo, terror (con esos susurros de fondo, que aconsejo no escuchar con auriculares, de noche, y en una habitación vacía), amor, ese amor más allá de lo tangible, el amor del alma. 



La banda sonora de Drácula alcanza cotas de belleza singulares. De formación clásica, Killar compone una sinfonía con entidad propia, que puede escucharse con independencia de la película. Cada personaje, un instrumento. Cada elemento que participa en la escena, un instrumento. Un goce para los sentidos.


3. MATAR UN RUISEÑOR,  DE ELMER BERNSTEIN

No puedo hablar objetivamente de Matar un Ruiseñor. Es una de mis películas preferidas y la puedo ver una y otra vez sin cansarme. Robert Mulligan traslada a la pantalla de manera excepcional esa nostalgia de los días perdidos, esa melancolía del paraíso que fue y nunca será ya, que transpiran las líneas de la novela de Harper Lee. También esa admiración, rayana en la pasión, por su padre, Atticus Finch, un inmenso Gregory Peck, abogado atormentado, herido por la (inexplicada) muerte de su esposa, y que necesita redimirse. 
Elmer Bernstein (que no tiene nada que ver con Leonard), capta esa esencia nostálgica y la eleva a cotas de una belleza sin igual. ¿O es que acaso no son los créditos de Matar un Ruiseñor los más bonitos de todos los tiempos?


                                 


Matar un Ruiseñor nos habla de tantas cosas... de las segundas oportunidades, del valor, de la lealtad, de la esperanza, y, sobre todo, de la valentía de rasgar el pesado velo de la realidad, de lo que nos viene impuesto, y descubrir la hermosa verdad que hay detrás. Bernstein escribe una partitura que comienza con un piano, dulce, efervescente. Alguien recuerda. De repente, un arpa tímida y dos clarinetes: la memoria encuentra lo que estaba buscando. Y es tan hermoso...




4. AMARCORD, DE NINO ROTA

He estado tentado a no poner Amarcord en mi lista. Porque Amarcord es MI película. Nadie ha sabido desentrañarme y ofrecerme múltiples posibilidades vitales como Fellini. Y la música de Rota es, simplemente, un milagro. Como un día dijo el gran Forges, "Si el paraíso existe, la música que debe sonar allí es la de Amarcord". 


                                       

Cuenta el propio Rota que la composición de la banda sonora fue complicada. Todo lo que conseguía arrancar de su piano eran melodías infantiles, pacatas y cursis. Un día, como en trance (algo muy Felliniano) esbozó un par de notas. Fellini, que ya abandonaba el estudio en frustración, se quedó absorto. "Nino, eso es lo que quiero", le dijo a su alma mater. Así nació una de las partituras más bellas que ha dado la historia del cine. Nostálgica en su justa medida. Dolorosa y tierna al mismo tiempo. Como una especie de viaje en el tiempo para poder abrazar otra vez a los amigos de la infancia, que recorren punzantes los vericuetos del cerebro de Fellini. 


                                      


5. LA ÚLTIMA TENTACIÓN DE CRISTO, DE PETER GABRIEL

Nunca le agradeceremos lo suficiente a Peter Gabriel que abandonara Genesis por aburrimiento y porque William Friedkin le había propuesto componer la banda sonora de El Exorcista (como todos sabéis, al final se usó el Tubular Bells de Mike Oldfield). Desde aquel jubiloso día, el flautista de Surrey ha brindado al mundo una plétora de obras maestras. Baste recordar su maravilloso album So, un hito en la historia de la música pop. La música para La Última Tentación de Cristo es una historia de valentía. Scorsese supo que Gabriel andaba inmerso en un disco de World Music y le propuso poner música a esta historia que no es sobre Cristo, sino sobre un hombre atado a un destino, que sufre, que rechaza ser quien es, que busca y que finalmente asume su propio fracaso. Gabriel escarba en la mente de ese hombre al borde de la locura con una partitura vibrante, tan alejada de las habituales bandas sonoras sobre la vida de Jesús. El resultado es miel para los oídos.



La nómina de músicos que participan en la banda sonora es interminable. Gabriel reclutó a la flor y nata de los músicos de oriente y África para componer una música que huele a desierto y a sudor, a sufrimiento y a pasión. Hasta treinta instrumentos distintos, todos ajenos a la cultura occidental, pueden oírse en un trabajo que, en un primer momento se publicó como independiente a la película, bajo el título de Passion. La riqueza de la música de Gabriel es infinita. Podemos encontrar desde música palestina hasta algo parecido al cante jondo, aquí en la voz de Nusrat Fatteh Ali Khan.


6. LA HIJA DE RYAN, DE MAURICE JARRE

¿Cómo elegir una banda sonora de entre las colaboraciones entre David Lean y Maurice Jarre? ¿Cómo decidir si Lawrence de Arabia es mejor que Doctor Zhivago, La Hija de Ryan o Pasaje a la India? Después de horas de meditación, he escogido La Hija de Ryan. ¿Por qué? No tengo ni idea. Quizás a Lawrence de Arabia le sobre un poquito de épica. Quizá la monumental Doctor Zhivago dependa demasiado de el Tema de Lara. La Hija de Ryan, en cambio, adereza la película más personal de Lean, que ya es decir. Esa mecánica de epifanías sobre la que Lean cimienta sus películas, la naturaleza que nos habla, nuestro interior que despierta, una luz que nos avisa de que algo va a pasar, encuentra eco en esta partitura extraña, truculenta por momentos, pero de una belleza que parece proceder de otra dimensión.


Amanece. La maravillosa fotografía de Freddie Young nos muestra unos acantilados. El mar se rebela. El sol se filtra entre las nubes. Y Maurice Jarre nos avisa de que algo está a punto de suceder. La partitura combina la magia de lo que está por llegar (la escena en la que Robert Mitchum regresa al pueblo y se cruza con Sarah Miles en la playa es el mejor ejemplo que he visto de cómo funcionan los entresijos del amor) con la pasión, la culpa, la traición... sólo un pero: en ocasiones parece que la acción de la película y la música van por caminos separados pero, ¿qué más da?



7.  CINEMA PARADISO, DE ENNIO MORRICONE

Tuve la enorme suerte de asistir a un concierto de Morricone. Fue el pasado julio en las Termas de Caracalla de Roma. Nunca le perdonaré no haber interpretado Cinema Paradiso. Morricone siempre ha sido un discreto director de orquesta, pero un titán en la composición. Morricone cambió el concepto de música para cine con sus colaboraciones con Sergio Leone. De hecho, he estado tentado a poner en mi lista Hasta que Llegó su Hora, otro hito de la música para cine. Pero he elegido Cinema Paradiso por cuestiones cutáneas, porque me hace llorar siempre que la escucho. Porque nadie ha expresado nunca de manera tan perfecta el amor por las pequeñas cosas.


La historia de Totó y Alfredo siempre permanecerá en nuestros corazones como sinónimo de belleza, de amistad, de generosidad y de una vida, la de ese proyeccionista que se queda ciego por un incendio en la cabina donde trabaja, que merece ser contada. Una de las grandes grandes películas europeas de los últimos tiempos con, quizás, uno de los finales más maravillosos que recuerdo, sazonado con este inmortal canon de Morricone, que va in crescendo como nuestras lágrimas.



8. DOS HOMBRES Y UN DESTINO, DE BURT BACHARACH

¿Es Burt Bacharach el inventor del pop? Bien, puede ser. Desde los Beatles a Oasis han interpretado temas suyos. Bacharach cambió la música americana al fusionar jazz y música popular. En Dos Hombres y un Destino firma una partitura trepidante, acorde al ritmo de la película, siempre en movimiento, siempre hacia adelante (¡qué montaje el de John C. Howard y Richard Meyer!). Además, la música de Bacharach es tan cool como las interpretaciones y los personajes de Paul Newman (Butch Cassidy) y Robert Redford (The Sundance Kid), ambos en la plenitud de su carrera. 


                                        

La música de Bacharach es moderna, arriesgada, y va más allá de Raindrops Keep Falling on my Head, la (maravillosa) canción del propio Bacharach que siempre irá ligada a la película.


                                         


9. CHINATOWN, DE JERRY GOLDSMITH

¿Se puede plasmar en música el misterio y la locura del amor como lo hace Jerry Goldsmith en Chinatown? Mi respuesta es no. Un Goldsmith en estado de gracia escribe una partitura sensual y melancólica, con esa trompeta lastimera que recorre los instantes indescifrables entre dos miradas, dos caricias o el aire que deja tras de sí la derrota. 

             
                                       

Esta maravillosa historia de traiciones, corrupción y amor, violenta (aunque no se dispare ni una bala hasta el final de la película), embriagadora, romántica... uno de los grandes títulos del cine negro de todos los tiempos, tiene su correlato en una banda sonora brillante e inolvidable. 


                                         


10. GRUPO SALVAJE, DE JERRY FIELDING

Jerry Fielding, habitual compositor de la música de las películas de Sam Peckinpah, alcanza con Grupo Salvaje su culmen. Música minimalista pero inquietante, nos avisa de toda la violencia que está a punto de desatarse. Inolvidables los créditos, con la cámara deteniéndose en cada uno de los miembros del Wild Bunch, mientras la percusión y las notas largas y nerviosas de Fielding subrayan el carácter de unos hombres que saben que van a morir, pero también que van a luchar. 


                                       


Corolario

Estos son mis principios, pero es posible que la semana que viene sean otros. Espero que hayáis disfrutado de la música y del cine. Eso es lo esencial. 

2 comentarios:

  1. A mí la banda sonora de la última tentación de Cristo siempre me fascinó.
    Precioso artículo.
    Saludos

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  2. Gracias Interruptor. Me alegra saber qué no estoy solo en el mundo defendiendo esta banda sonora. ;) Un abrazo

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