viernes, 7 de marzo de 2014

CRÍTICAS (IV): PHILOMENA

Philomena. Reino Unido. 2013. 98 minutos. Director: Stephen Frears. Reparto: Judi Dench (Philomena Lee); Steve Coogan (Martin Sixsmith); Sophie Kennedy Clark (Philomena de joven); Mare Winningham (Mary); Barbara Jefford (Hermana Hildegard); Ruth McCabe (Madre Barbara); Sean Mahon (Michael). Guión: Steve Coogan & Jeff Pope, basado en la novela El Hijo Perdido de Philomena Lee, de Martin Sixsmith. Música: Alexandre Desplat. Fotografía: Robbie Ryan. Montaje: Valerio Bonelli. Dirección Artística: Leslie McDonald, Rod McLean, Sarah Stuart & Barbara Herman-Skelding. Vestuario: Consolata Boyle. Color.  



El Director

Me gusta Stephen Frears. Viendo sus películas, siempre creo ver a mis amigos, a mis vecinos, a la gente común que habita en mi barrio. Es como si en una noche de farra, a la cuarta pinta, le dijera a sus colegas "pues mañana voy a sacar la cámara y os voy a grabar". Funciona esa forma de rodar relajada y esa riqueza de los personajes. A bote pronto, Mi Hermosa Lavandería, Café Irlandés, La Camioneta... Las fábulas de la gente sencilla y extraordinaria. Todo el mundo tiene algo que contar. Pero Frears también es capaz de despojar de cualquier artificio a los personajes de sus películas más "serias". En la extraordinaria Los Timadores convierte a una panda de canallas en las personas a las que te gustaría tener como vecinos, amén de regalar a Angelica Huston, Annette Bening y John Cusack los mejores personajes de sus respectivas carreras. Y qué decir del trabajo de Frears en The Queen, en la que penetra como un berbiquí en la mente de uno de los personajes más presentes en la vida de los británicos y, sin embargo, sobre la que había muy poco material cinematográfico. Lo que pasa es que Frears tiene 72 años, y alguna facultad va perdiendo. Es normal. En Philomena, las buenísimas intenciones que el director de Leicester nos muestra en el arranque de la película, con un dominio del flashback magistral, se van diluyendo a lo largo del metraje. Pero de eso hablaremos luego.

Una historia real...

La película se basa en la desventura de Philomena Lee, que es esta señora.


Philomena Lee conoció a un chico en una feria de Dublín. Pasaron la noche juntos. En julio de 1952 daba a luz a Michael. Tenía 18 años y era soltera. Era Irlanda, pero podía haber sido España. Dos países enclaustrados aún en una gigantesca catedral de dolor. Fue obligada a ingresar en un convento en el que trabajaba de sol a sol a cambio de que las monjas cuidaran de su bebé y de decenas de bebés de decenas de madres en la misma situación que Philomena. Lo que no sospechaba la joven era que aquello no era una guardería sino un auténtico mercado persa. Personas pudientes, sobre todo de Estados Unidos, pagaban por adoptar a los niños y arrancarlos así de sus madres, unas pecadoras marcadas por el estigma del sexo y del amor a ojos de las monjas. Por Michael, el hijo de Philomena, un congresista republicano y su esposa pagaron 1.000 dólares.
Philomena Lee se tragó el dolor. Trabajó durante cincuenta años como enfermera en un hospital psiquiátrico hasta que un día el dolor le traspasó las entrañas. Salió de su cuerpo en torbellino. Habían pasado 51 años. Y contó su historia a Martin Sixsmith, que es este señor:


Martin Sixsmith, periodista de salón, elitista, pijo y snob. Presentador de noticias en la BBC, corresponsal para la cadena en Washington, Moscú y Varsovia. En el gobierno de Blair fue nombrado jefe de gabinete. Fue forzado a dimitir por un desafortunado correo en el que venía a minimizar los atentados del 11S. Un correo que fue filtrado a la prensa y que supuso el fin de su carrera en Downing Street. Por cierto, A Sixsmith no le ha gustado nada la imagen de "burgués imbécil" (palabras textuales en una entrevista a The Guardian) que Frears muestra en la película. 
Sixsmith, periodista mediocre, de esos que nunca se han manchado los pantalones y sin ningún recurso para hacerse con una noticia a no ser que sea en una rueda de prensa, se encontró de bruces con una historia que era oro. Y a punto estuvo de desaprovecharla.  

... Pero artificial
En realidad, Philomena no está basada en una historia real, sino en la novela del propio Sixsmith. Es un matiz importante, en mi opinión. Porque lo que estamos viendo no es en puridad la historia real sino la visión, quizá literalizada e idealizada, que Sixsmith da de esa historia. A vuelapluma: Philomena, convencida por su hija, le cuenta la historia al periodista que, por ganarse unas libras que le ofrece la directora de un periódico de cuarta, acepta escribir un reportaje. Se ponen a buscar al hijo robado de Philomena. Las pesquisas los llevan a Washington. Y ahí me paro y no destripo lo que pasa. 


                                           

Vuelvo a esa cierta artificiosidad de la novela y, por ende, de la película. Es tal, que hasta parecen personajes ideados, escritos a la sazón para la película. El periodista: un tío soso, ampuloso, banal, en paro, que espera un balón de oxígeno para volver a vivir, descreído, ateo, racional, con poca empatía. La mujer: inocente, inculta, sensible, fuerte, sencilla, intuitiva, religiosa. Y ya, para rematar, esas escenas en las que Philomena trata a Martin como si fuese "el hijo que nunca pude criar". No sé. Algo no casa. Me da en la nariz que la novela pasó un lifting de sentimientos antes de ser publicada. 

¿Emociona?

Antes de seguir, debo aplaudir el acierto de Frears de llevar a la pantalla un tema tan hiriente. Pero, vamos, no es que pase solo en Irlanda o en algunas tribus de Papua. No, no: pasa en España. Pero preferimos gastarnos los cuartos en hacer películas de un señor que va a buscar a John Lennon para perfeccionar su inglés. En fin. El caso es que tocando un tema tan sensible, un director puede pasarse... o quedarse corto. No me gustan las películas que se desparraman en una apoteosis de lágrimas, pero es que Philomena tiene un problema: no me emociona lo que me debería emocionar. Y me da la impresión de que a Judi Dench tampoco. No voy a ser yo el que descubra a Judi Dench, una actriz tremebunda, pero en este papel no me gusta. En las escenas más dramáticas, echa mano de los trucos para llorar que su extensa carrera le proporciona, pero es incapaz de derramar ni una sola lágrima. Sólo al final, y una efímera. Además, me da la sensación de que ella misma puso sus condiciones para la planificación de la película. Mucho primerísimo plano, sí, pero también planos de espaldas en momentos culminantes, algo penado en el cine. Lo siento, pero no. Veo mil veces Desaparecido, que trata un tema similar, y cada plano de Jack Lemmon es un monumento al cine. Y lloro. Y me creo que Jack Lemmon es el padre del periodista desaparecido en Chile. Eso no me pasa con Judi Dench.

Corolario

No digo que Philomena sea una mala película. Seguramente, a mucha gente le puede llegar muy adentro. Sin embargo, creo que es una película desaprovechada. Es, no obstante, notable el guión, con un progreso de ambos personajes, un quid pro quo, en el que el periodista se empapa de cualidades de Philomena y Philomena se empapa de cualidades del periodista. Y esa escena final en la que decide que el mundo conozca su historia. Esa escena si me parece digna de elogio. El resto... podría haber sido mejor. 

2 comentarios:

  1. Jo desaparecido, los pelos como escarpias solo de recordarla. Bueno magnifica critica Juancar. Un gusto y un placer leerte, ademas d una clase gratuita de buen hacer. Trapa

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