miércoles, 4 de noviembre de 2015

CRÍTICAS (XI): "TRUMAN", de Cesc Gay

Truman. España-Argentina. 2015. 108 minutos. Dirección: Cesc Gay. Reparto: Ricardo Darín (Julián); Javier Cámara (Tomás), Dolores Fonzi (Paula), y la colaboración especial de Francesc Orella, Alex Brendemühl, Eduard Fernández, Silvia Abascal, José Luis Gómez y Javier Gutiérrez. Guión: Cesc Gay & Tomás Aragay. Música: Nico Cota & Toti Soler. Fotografía: Andreu Rebés. Montaje: Pablo Barbieri. Dirección Artística: Jorient Sont. Vestuario: Anna Güell. Color.




INTRODUCCIÓN

Uno de los retrocesos que nos comienza a dejar este descorazonador siglo XXI es la pérdida de la charla. Del metabolismo cutáneo de la charla. De la intensidad de la mirada del interlocutor. De sus gestos. De sus silencios. De la piel del que está delante. Truman, que es en sí una película en reverso, también es una película muy charlada antes de comenzar el rodaje. Cesc Gay es el perfeccionamiento de aquellos directores de la Nueva Ola española. Es la versión 2.0 de Trueba, Colomo, o el primer Almodóvar. La verborrea de aquellos personajes, su espontaneidad, fruto de una intimidad previa con el director y el resto del elenco, se convierte con Gay en conversación, en sentido estricto. No voy a decir que, como en Casablanca, Truman se fuese escribiendo y reescribiendo sobre la marcha, pero de lo que estoy seguro es de que la película no es la plasmación en imágenes de un guión escrito. Más bien, parece que lo que vemos es el resultado de horas y horas de charla y copas, de complicidad y de aportaciones multilaterales, sobre todo de los dos actores principales. Eso traspasa la pantalla y eso explica también la desbordante química entre Darín y Cámara, sin duda el engranaje de la fantástica película de Cesc Gay.

LA SOLEDAD

Es difícil condensar en una única idea el abanico de sensaciones y temáticas que contiene Truman. Me quedo, no obstante, con la idea de soledad y abandono, dos de las tres patas de cualquier texto poético que se precie. La tercera es el paso del tiempo, algo que también supura esta película. En un alarde de guión, dos o tres pinceladas, dos o tres miradas, dos o tres gestos, nos cuentan toda la vida de los dos personajes. Uno, Tomás (Cámara) el que lleva el nombre del apóstol escéptico, quiere volver a creer. Vive en Canadá y en cierta medida ha muerto ya. Lejos de casa, con la vida solucionada, se ha perdido en la jungla de las relaciones sintéticas, de los circuitos y la virtualidad. El otro, Julián (Darín) tiene cáncer de pulmón y se muere. Ambos compartieron piso en su juventud. Cuando Tomás lo abandonó, Julián era un actor popular, rodeado de gente, fiestero, gorrón, egocéntrico, mujeriego, alcohólico, golfo, vividor, bohemio. Cuando pasados los años Tomás vuelve a Madrid para despedirse de él, Julián sigue siendo todas esas cosas pero ahora está solo. Terriblemente solo. Sus amigos le han abandonado. A la mayoría le puso los cuernos. Se ha divorciado. Su hijo vive en Amsterdam y poco sabe de él. El dueño del teatro en el que trabaja le echa cuando sabe de su enfermedad. Su única compañía es Truman, un perro grande y moroso en sus movimientos, reflejo de la vida de su dueño, y Paula, una prima que dejó Buenos Aires para acompañarle, de mala manera, en sus últimos meses.
Tomás no quiere visitarle. Vive confortable en Montreal. Pero Paula, con la que es evidente que tuvo una relación en su juventud, le convence. Julián no sólo está abandonado. Se muere y está arruinado. Comienza así una película de paradojas: la muerte es la vida. La despedida es el descubrimiento. Cuatro días son toda la vida.


  

MIRADAS

Tomás llega a Madrid queriendo ser Julián. Forrado de dinero para pagarle todos los vicios. Vamos, que sean cuatro días a troche y moche. Pero, claro, Julián se muere. Si quieren ver a un actor en vena, observen las miradas de Javier Cámara. ¿Cómo mirarían ustedes a un amigo que saben que no llegará a la siguiente estación? Pues así, como mira Cámara. Con cierta aprehensión, porque los amigos moribundos son otras personas, son desconocidos, despiden otro olor, hablan de otra manera y esperan. Sobre todo esperan. Pero Julián no quiere esperar más. Quiere dejar el tratamiento y morirse ya. Ha llegado a ese punto que es la verdadera muerte: cuando nada de lo que te rodea es bello. Cuando todo es hostil. Cuando sabes que será la última vez que estés en el café en el que acabas de desayunar. 
Es un acierto el de Gay el desadramatizar la muerte, porque sólo así se muestra de la manera más brutal, con esa sensación plena de desintegración, de desaparición total del planeta tierra. Tus amigos ya no podrán verte, ni tocarte, ni acordarse de tu familia. No estarás, y punto. Te recordarán, pero poco a poco los recuerdos serán más tenues. Ese es el drama del ser humano. Saber que ya no verán tus ojos más primaveras. 
Las miradas de Tomás cambian desde esa aprehensión hasta cierta lástima, luego cierta empatía para llegar, al fin, a esa mirada única: la que tienen los que gozan del sentimiento por antonomasia: la amistad. Nada está por encima de la amistad, pero de la amistad verdadera. La que siente Tomás, la de la posesión, la de los celos (de todo, incluso de Truman), la de crear un mundo nuevo para tu amigo. La de, a la postre, convertirte en tu amigo. Existe una simbiosis final entre ambos personajes. Tomás hereda la valentía de Julián, la despreocupación, el arrojo, la dura coraza de los que nada tienen que perder. Julián, por su parte, interioriza esa infantilidad de Tomás, ese sentido pulcro de la vida. En realidad, la muerte es doble. En realidad, la vida es doble. 




NO HAGAS ESPERAR A LA MUERTE

Julián quiere morirse ya. Tomás y Paula quieren hacerle cambiar de opinión. Pero qué utilidad tiene. Julián ya ha muerto. Como en el teatro, comienza a quitarse capas de maquillaje hasta que lo que queda es sólo su piel. Ese es el momento de morir. Sin embargo, al querer morir, revive. Siente a su amigo más cerca que nunca. Restañan heridas. Tiene ansias de ver a su hijo (qué mirada y qué prestancia tiene Oriol Pla, actor que encarna al hijo de Julián. Un actor joven a tener muuuy en cuenta). Cierra todos los círculos que tenía abiertos. Pide todos los perdones que no había pedido. Besa los rostros que no había besado. Abraza los cuerpos que no había abrazado. Ya todo se ha cumplido. Y se ha cumplido como sólo Ricardo Darín podría hacer que se cumpliese. Digámoslo ya, sin tapujos: Darín es el mejor actor del planeta tierra en la actualidad. En su debe, tantos años en España le han minado un tanto ese mascullamiento del argentino, ese masticamiento golfo y sensible al tiempo. Pero, cómo no rendirse ante esa interpretación total, que va desde la mirada, el gesto, la voz, el posicionamiento del cuerpo. El apocamiento de una osamenta que pide tumba y que Darín lleva al extremo de parecer incluso enjuto y demacrado.
Ambos se lanzan a una especie de road movie en la que van cerrando etapas. En la que ambos mueren y también ambos comienzan a vivir de otra manera.
Truman es un alarde interpretativo fascinante. Gay consigue que no sea sensiblona (aunque a mí me hubiese gustado algo más de sensiblería, de sentimiento punzante, de romper a llorar. Pienso lo que hubiese sido esta película con dos actrices en vez de dos actores). Pero donde realmente se ve que ahí hay un director es en el final. Obviamente, no lo voy a contar, pero era muy difícil acabar esta película. Gay lo consigue con una secuencia que, no sé por qué, quizá por algo del subconsciente, a mí me recordó a Chaplin. No sé por qué. Sin embargo, Truman no sería lo mismo sin el asombroso montaje del argentino Pablo Barbieri, editor de películas como Relatos Salvajes o Un Cuento Chino. Un trabajo milimétrico y elegante como una cinta de seda desenrollándose en el aire. Un gozo que repercute en el calmo fluir de la película. 
Al final, la mirada de Cámara es de resignación y, por qué no decirlo, de cierto olvido. Había muerto y ha resucitado. Se había ido a despedir a un amigo y lo ha descubierto del todo. Es hora de vivir.

COROLARIO

Gay nos filma a nosotros. Nosotros, todos, pasaremos por lo que pasan Julián y Tomás. Eso, en el mejor de los casos. Pasaremos por ello de manera ineludible. Vale más irle abriendo el camino al dolor. De paso: gracias, Cesc Gay, por habernos encarnado en dos actores en estado de gracia. 

1 comentario:

  1. Cesc Gay: sus películas según el Canonmovies
    http://canonmovies.blogspot.com.es/2015/11/cesc-gay-top-films.html

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