martes, 12 de mayo de 2015

10 GRANDES BANDAS SONORAS DE LA HISTORIA (CAPÍTULO 3)

INTRODUCCIÓN

Bueno. Volvemos a las andadas, y lo hacemos con algo que parece que os gusta mucho: las bandas sonoras. Me congratulo de que os guste algo tan  consustancial al cine. Sí, es cierto, hay bandas sonoras que destrozan películas. Otras, simplemente sobran. Pero las grandes, las grandes de verdad, pasan a la historia e, incluso, trascienden de la propia película. Como en su día dijeron Faemino y Cansado: "Una banda sonora es la música que mejora una escena de mierda". Pues eso. Vamos con una nueva selección, como siempre, a vuelapluma y sin orden.


1. ESPARTACO, DE ALEX NORTH

Un señor que le puso música a ese intento imposible que es hacer una película sobre una de las mejores novelas de todas las épocas, Bajo el Volcán de Malcolm Lowry, tiene que estar en esta selección. A mí las música festivaleras de North no me gustan. Hombre, hacer poco menos que un vals para una película como Las Sandalias del Pescador, en la que un papa ruso (!!) evita la Tercera Guerra mundial, es un despropósito. Sin embargo, North tiene partituras tan vibrantes y truculentas como las de Un Tranvía Llamado Deseo o ¡Viva Zapata! que no vean cómo suenan. 
Sin embargo, la grande de verdad es Espartaco. Espartaco es una película extraña. Para empezar, algunas escenas están dirigidas por Anthony Mann y otras por Kubrick (si se fijan, se nota). Ya saben, Kubrick debutó con Espartaco después de sustituir a Mann por desavenencias con la productora. Kirk Douglas, el antihéroe por excelencia (para extrapolarlo, diríamos que ahora sería Sean Penn), interpreta a un héroe. Y cómo. Rabioso, sensible, melancólico, tierno, imperturbable, enérgico... la interpretación de Douglas es memorable (como casi todas las de Douglas). Espartaco no es un peplum. Dalton Trumbo no podía escribir una de romanos. Más bien, es una historia sobre el orgullo, sobre lanzarse en tromba hacia la derrota. Da igual que se desarrolle en el siglo I antes de Cristo que en la actualidad. No es una película de género. Y luego está la música de North. También es rara. Maravillosamente rara. ¿A quién se le ocurre aderezar un entrenamiento de gladiadores con algo tan parecido al jazz como esto?




Esta mezcla entre Stravinsky y el jazz es, para que lo entiendan, como si en una película de época que se rodase en la actualidad sonase música electrónica. Un hallazgo que remarca el encarnizado combate de gladiadores.

Y luego, como no podía ser de otra manera, está el tema de amor entre dos esclavos, dos perdedores que, como se dice en la película, "pueden ganar". Espartaco y Lavinia. Kirk Douglas y una bellísima Jane Simmons. No es un tema de amor al uso. No es meloso ni bobalicón. Es, cómo decirlo, casi extraterreno. De una belleza que hace daño. Es, simplemente, memorable.




Por cierto, Alex North estuvo quince veces nominado al Oscar. Nunca ganó. Pero, como dirían en nuestro blog hermano, El Cine por Montera, "ni falta que le hizo".


2. ANATOMÍA DE UN ASESINATO, DE DUKE ELLINGTON

Las películas de Otto Preminger rezuman clase. Técnicamente son maravillosas y narrativamente tienen ese amor por la interpretación que el director de origen ucraniano tuvo desde la adolescencia. Preminger siempre conseguía excelentes interpretaciones. Véase, mismamente, las de James Stewart y la inconmensurable Lee Remick en Anatomía de un Asesinato. Por estar, está bien hasta Ben Gazzara, que ya es decir. 
El Duque escribió una partitura vibrante y anómala. El jazz solía ser una música incidental en el cine de los 60, pero no el sustento principal. Tanta clase como la de una película soberbia.


                                      



3. LA LEY DEL SILENCIO, DE LEONARD BERNSTEIN

Leonard Bernstein, el magnífico compositor y, sobre todo, director de orquesta, no se prodigó en el cine. De hecho, sólo compuso las músicas de West Side Story (las letras son de Stephen Sondheim)y Un Día en Nueva York, y la banda sonora que nos ocupa. Pero, caray, para ser su única banda sonora, menudo trabajo le salió. La partitura de La Ley del Silencio es un auténtico ballet. Como toda la película. Las actuaciones son de una riqueza gestual y física tal que podría verse sin sonido. Así es la música que las adereza. Pesada, turbulenta, huele a acero y a humo. Huele a épica. 


                                       



4. EL CASO THOMAS CROWN, DE MICHEL LEGRAND

Michel Legrand es un músico todoterreno. Se inició en la música clásica, se pasó al jazz, fue cantante de la chanson francesa, flirteó luego con la música electrónica (llegó a acompañar a Björk en directo) y dejó su sello en bandas sonoras memorables. Su sobrina, Victoria, es la cantante de Beach House, grupo adalid del dream pop y cuyas composiciones recuerdan a las del músico parisino. 
Legrand firmó, por ejemplo, la maravillosa partitura para Verano del 42, pero yo me quedo con la clase desbordante de El Caso de Thomas Crown, la primera, la buena, la de Steve McQueen y Faye Dunaway. 
Todo en la fantástica película de Norman Jewison parece cubierto por una capa de terciopelo. Hay que ver cómo visten los protagonistas, la sofisticación de cada escena. La de la partida de ajedrez es para morirse. Una fotografía elegantísima de Haskell Wexler y, cómo no, la partitura de Legrand tan nueva, tan briosa, que parece haber sido compuesta ayer mismo.


                                 


Por cierto, la banda sonora incluye una canción que ganó el Oscar. The Windmills of your Mind.


                                 




5. UN LUGAR LLAMADO MILAGRO, DE DAVE GRUSIN

Nos está quedando bastante jazzy esto. Porque Dave Grusin es uno de los grandes pianistas y teclistas de jazz de los últimos tiempos. Sus incursiones en el cine también han sido muy celebradas. Recuerdo, a bote pronto, la gran partitura que compuso para Los Fabulosos Baker Boys. 
Sin embargo, en Un Lugar Llamado Milagro abandona su compostura habitual. En este caso, Grusin firma una partitura con toques latinos, alegre e íntima, tierna y bella. Una banda sonora que enriquece la película de Robert Redford, ya de por sí tierna e íntima, sobre un granjero de Nuevo México que le roba el agua a una constructora que quiere enladrillar el pueblo en el que vive.


                               



6. ROMEO Y JULIETA, DE NINO ROTA

Una de las bandas sonoras más bellas de la historia. Desgarradoramente romántica, casi hasta el paroxismo, trágica como la propia historia ideada por Shakespeare, el paradigma del amor imposible, quizás el único que valga la pena en este mundo. 
Como era norma en su irrepetible colaboración con Fellini, Rota compone para Romeo y Julieta una partitura que parece salir de otra dimensión, de un lugar mejor que este, en el que la belleza es el único sentido de la existencia. 


                                   


La adaptación de Franco Zeffirelli es, probablemente, la peor que se haya hecho del clásico de Shakespeare. Blanda, cursi y bobalicona, como casi todas las películas de Zeffirelli, director de cámara del Vaticano. Esta Romeo y Julieta se recordará por el descubrimiento de la bellísima actriz argentina Olivia Hussey, que luego se perdió en la neblina del tiempo, y por la inconmensurable música de Nino Rota.


                                     



7. LOS NIÑOS DEL BRASIL, DE JERRY GOLDSMITH

El horror de los experimentos genéticos del doctor Mengele, el tótem del nazismo, encontró primero eco en la novela de Ira Levin y luego en la adaptación cinematográfica de Franklin J. Schaffner. Con Gregory Peck como Mengele, la historia (verídica) cuenta como los nazis refugiados en Paraguay intentan establecer un cuarto Reich nada menos que clonando a Hitler. 
Para un argumento tan truculento, Jerry Goldsmith escribe una partitura valsística y circense que parece desentonar, en un primer momento, pero que a la segunda escucha adopta un bies inquietante. Una joya de la historia de la música para películas, banda sonora de culto para los frikis del tema.


                                     



8. BUSCANDO NUNCA JAMÁS, DE JAN ANDRZEJ PAWEL KACZMAREK

Vuelven los polacos a este rincón. Y es que los polacos son harina de otro costal. Su formación clásica siempre deja su huella en unas composiciones vanguardistas. Son híbridos raros, partituras diferentes, que no suenan como las comunes. Kaczmarek hace que Chopin reviva en esta banda sonora que plasma en música toda la magia y el drama de James M. Barrie, el torturado autor de Peter Pan. Una banda sonora deliciosa, casi casi sanadora. Memorable. 


                                     



9. ENRIQUE V, DE PATRICK DOYLE

Si antes nos deteníamos en una de las peores adaptaciones al cine de una obra de Shakespeare, ahora nos relamemos ante una de las mejores: el Enrique V de Kenneth Brannagh. Fantástica película, catalogable de obra maestra. Aún me estremezco con el discurso final del propio Brannagh antes de la batalla de Agincourt.
Si grandiosa es la película, grandiosa es su banda sonora. Patrick Doyle firma una partitura épica y solemne y, como cima, una tema que, si lo oigo antes de una batalla, salgo a morder. A la altura de la Pompa y Circunstancia, de Elgar. Espeluznante.


                                   



10. TAXI DRIVER, DE BERNARD HERRMANN

Permitanme terminar este repaso con una debilidad propia. Si ya de por sí es emocionante escuchar la banda sonora de Taxi Driver, deben tener en cuenta una cosa: Bernard Herrmann falleció justo la noche en la que terminó de grabarla. Era la Nochebuena de 1975. Herrmann sólo tenía 64 años, aunque parecía un anciano. Orondo, agotado aunque, curiosamente, con un ascua de esperanza en el horizonte. Porque Taxi Driver era la película perfecta para Herrmann. El compositor neoyorquino plasmó como nadie la locura, la obsesión, la ira.. porque así era él mismo. 
Siempre he creído que Herrmann no se basó en el tortuoso personaje de Travis Bickle para escribir la partitura. Por alguna extraña razón, Herrmann sabía que su muerte estaba próxima y que sería su último trabajo. Así que me gusta pensar que la banda sonora de Taxi Driver es, en realidad, la banda sonora de la vida de Bernard Herrmann. Que el desequilibrio y la soledad que transmite la música no son las de Travis, sino las del propio compositor.


                                   


La apocalítica película de Scorsese se quedaría en un ejercicio de cine indie si no fuera por la colosal música de Herrmann. El canto del cisne del mejor compositor de música para cine de todos los tiempos y uno de los grandes músicos del siglo XX. Un día vendrá una lluvia que lo arrastrará todo. Limpiará las calles. Limpiará esta ciudad.