martes, 27 de septiembre de 2016

CRÍTICAS (XVIII): "El Hombre de las Mil Caras", de Alberto Rodríguez

El Hombre de las Mil Caras. España, 2016. 123 minutos. Director: Alberto Rodríguez. Reparto: Eduard Fernández (Francisco Paesa), Carlos Santos (Luis Roldán); José Coronado (Jesús Camoes), Marta Etura (Nieves Fernández, esposa de Roldán). Guión: Alberto Rodríguez & Rafael Cobos, inspirados por la novela Paesa, El Hombre de las Mil Caras, de Manuel Cerdán. Música: Julio De la Rosa. Fotografía: Álex Catalán. Montaje: José M. G. Moyano. Dirección Artística: Pepe Domínguez del Olmo. Maquillaje y Peluquería: Yolanda Piña. Vestuario: Fernando García. Color.




INTRODUCCIÓN

El 27 de febrero de 1995 era lunes de Carnaval. Lo recuerdo porque fue la primera (y última) vez que me puse al volante de un coche, con resultados insatisfactorios; y porque fue la tercera vez que me puse el disfraz, home made, de Álex, el de La Naranja Mecánica. De esta guisa vislumbré en la tele de un bar la noticia de la detención de Luis Roldán. La fuga del director de la Guardia Civil bajo el moribundo gobierno de Felipe González (Poco más de un año después perdería las elecciones con estrépito en favor de Aznar y su tropa), se había convertido en un sainete. Me imaginaba todos los presentadores de telediarios de todas las televisiones del mundo emitiendo una risa nasal y contenida tras pronunciar la palabra España. Aún me lo imagino.
Creo que muy poca gente sabía el trasfondo del caso. Roldán era algo así como un esperpento, como la encarnación de la pérdida de respeto hacia el pueblo, los polvos de los lodos de hoy. Roldán se había inventado un currículo para justificar su ascenso gracias a, opción A: amiguetes; opción B: Marionetistas que, con criterio, lo consideraron un tonto útil. El caso es que Roldán se vio acorralado y se fugó con 1.500 millones de euros públicos. Con éso y con la cabeza llena de miedo y venganza. 
Francisco Paesa. Un sinvergüenza castizo. Un patriota de postal. Un hombre sin raigambre. Colaboró con la dictadura de Guinea Ecuatorial, estuvo preso en Suiza, y, como premio pero también como lastre, fue incorporado a los servicios secretos españoles. Traficaba con armas y se vendía al mejor postor. Suministró armas a ETA al tiempo que ejercía de pivote en los GAL (Para los más jóvenes, un grupo militar formado por el gobierno para derrotar a ETA con las armas). Huidizo. Ególatra. El hombre que engañó a todo un país. Dio cobijo a Roldán en varios pisos francos en París, al tiempo que pergeñaba una traición que desembocó, A: en la detención de Roldán en Bangkok y B: el fin de la carrera fulgurante de Alberto Belloch, ministro de justicia y designado como sucesor de Felipe González. 

EDUARD FERNÁNDEZ... Y POCO MÁS

He de confesar que fui a ver El Hombre de las Mil Caras por dos razones fundamentales. La primera, por Eduard Fernández, quizás el mejor actor español vivo junto a Francesc Orella, un goce para cualquiera que le guste el cine. Siempre por encima del 7. Verlo, por ejemplo, en Todas Las Mujeres, seguramente su mejor papel, es un placer.


                                          https://www.youtube.com/watch?v=YSYsDf3ugQQ

La otra razón es que aún tenía en la cabeza lo bien que me lo había pasado viendo La Isla Mínima (crítica aquí http://cineparadiasterribles.blogspot.com.es/search/label/La%20Isla%20M%C3%ADnima). Quise comprobar si aquel pulso narrativo, aquel montaje, aquella excelsa fotografía... se repetían. Alberto Rodríguez volvía a trabajar con el mismo equipo, y eso parecía augurar un buen rato.

En cuanto a lo primero, a Eduard Fernández, pues es lo mejor de la película, aunque suene a tópico. Acaba de ganar la Concha de Plata en San Sebastián y probablemente le aguarde el Goya. Pero, también hay que decirlo, no es su mejor papel. No porque esté peor que otra veces, sino porque el ritmo de la película, el montaje, y la narración no le favorecen.


                                          https://www.youtube.com/watch?v=wTqsaZ79xk8

Fernández es un maestro de la dicción. las escenas breves no le favorecen. Es un maestro del gesto. Las escenas breves no le favorecen. Y, como las estrellas del deporte, brilla más al lado de gente que le pueda enriquecer. Vamos a ver si nos enteramos: que Coronado esté de Oscar en No Habrá paz para los Malvados no quiere decir que sea un buen actor. ¿Por qué hay que aguantarlo ahora en todas las películas españolas main stream? Es lento, no ha aprendido a vocalizar y tiene uno o dos registros de miradas. Es como poner a Messi a jugar junto a un centrocampista de Segunda B. Coronado frena todo el flujo actoral de Fernández que, no obstante, es tan grande, que consigue salvar el escollo. Carlos Santos, el actor que interpreta a Roldán, hace lo que puede. No está nada mal, aunque su escuela hayan sido series como Los Hombres de Paco o El Chiringuito de Pepe. Gran trabajo vocal, pero repite tics que deslucen su trabajo.

¿CÓMO CUENTO YO ESTO?

Era inevitable que Rodríguez rodara algo parecido a El Hombre de las Mil Caras. Tras reflejar en La Isla Mínima esa sutura floja con la que se cosió la transición, ese germen de la degradación de la que ahora (algunos) nos quejemos, estaba cantado que el director sevillano acometería una suerte de continuación. Un poder casi omnímodo, sustentado por los que lo sustentan todo: Europa y Estados Unidos (dinero y propaganda internacional, los Juegos Olímpicos, la Expo, la UE, retiros dorados y puertas giratorias, a cambio de que abandonen el marxismo y el socialismo. Estoy oyendo la conversación), tenía por fuerza que desembocar en una proliferación de redes tejidas por los de siempre, por los mismos canallas y advenedizos de siempre. El estado como hucha. El pueblo como espectáculo de títeres. Quizá Rodríguez complete su trilogía con una película sobre la asimilación de toda esta mierda por parte del pueblo hasta meterse en un pantano hasta la ingle. 
Pero, ¿Cómo contar esto? Para empezar, me molesta la voz en off, máxime si la voz es la de Coronado. No sé por qué el hecho de que sea una adaptación obliga a que haya una voz en off. No siempre es acertada. Luego, me da la sensación de que Alberto Rodríguez duda durante el rodaje de cómo contar la historia. Empieza como un misil, con un montaje tan ágil como un trapecista. Pero el tono de la película no casa con un montaje de cine de acción o de thriller. Es una película, en realidad, de espías. Esas en las que el montaje lo es todo y en las que siempre llueve (por cierto, en esta llueve poco. Si mal no recuerdo, sólo cuando Roldán se saca las fotos de carné en el fotomatón). El ritmo es irregular, quizá porque al director le pedía el cuerpo otro tipo de película. No lo sé, pero la película se atraganta. Además, he de confesar que en las películas de espías hay un momento en el que me pierdo y ya no entiendo las tramas, las subtramas, las estrategias... me pierdo. Y con El Hombre de las Mil Caras, también. Hay algo erróneo en la narración. Es algo intangible que lo enmaraña todo. Así que le sobra, al menos, un cuarto de hora.

COROLARIO

El Hombre de las Mil Caras recupera una historia que resultó dinamitar a un gobierno atrapado por sus contradicciones. ¿Estaba olvidada? Sí, borrar esas cosas es fácil. ¿Quién sabía que Roldán salió de la cárcel hace once años? ¿Quién sabía que Paesa se había "muerto" en 1998? ¿Quién sabía que a sus 80 años posa en portadas de revistas de moda? Todo es polvo y tiempo. Polvo y tiempo.