viernes, 1 de abril de 2016

EL ETERNO BERNARD HERRMANN

Bernard Herrmann era orondo y miope. Bernard Herrmann fumaba en pipa. Bernard Herrmann era neoyorquino descendiente de judíos rusos. Bernard Herrmann era Wagneriano y Berlioziano. Bernard Herrmann era irascible. A los trece años le rompió un violín en la cabeza a un profesor de música. Bernard Herrmann era antisocial. Bernard Herrmann era bipolar. Bernard Herrmann inventó un nuevo concepto de belleza. Bernard Herrmann es el mejor compositor de música para películas de la historia y es este señor.


Después de que hiciese cimbrear su batuta por última vez en la grabación de la banda sonora de Taxi Driver, Bernard Herrmann cenó con el director Larry Cohen. Éste le habló someramente del que iba a ser su siguiente proyecto, una nueva película de serie B, de terror y fantasía, que se titularía God Told Me To. Cohen quería contratar a Herrmann. Tras la cena, el compositor regresó al hotel en el que se alojaba en Los Ángeles, se acostó y su corazón dejó de latir mientras dormía. Era la Nochebuena de 1975. Tenía 64 años. 

No suelo documentarme mucho para pergeñar este blog. Suelo escribir de memoria y sólo consulto, bien internet bien libros, para confirmar algún dato. Soy sentimental en todos los órdenes de la vida, y en este también, claro. Sentimental, porque me dejo llevar por los sentimientos. Me importa un pito el tecnicismo o el dato frío. La razón es la última máscara del ser humano. Todo lo que merece la pena en la vida nos llega tras arrebatos, tras una exacerbación de un sentimiento. Y quiero pensar que si alguien ha concretado, a lo largo del siglo XX, ese sentimentalismo en una partitura ha sido Bernard Herrmann. Obviamente no soy músico. No quiero (ni puedo) escribir sobre armonías ni arpegios ni notas ni compases. Quiero escribir sobre el arrebato mismo del acto musical. Y quiero hacerlo en varias de las sublimes bandas sonoras del genio neoyorquino. 

Sí, es innegable: Bernard Herrmann tuvo varias edades de oro, pero se conocen principalmente dos: la de su colaboración con Orson Welles y la de su (inconmensurable) colaboración con Alfred Hitchcock. Pero, sí, quiero empezar con una banda sonora que no pertenece a ninguna de estas dos gloriosas etapas. Quiero empezar por el final, por su última partitura. Por Taxi Driver. Creo que Herrmann presentía su muerte. Y creo, asimismo, que la banda sonora no cuenta el sufrimiento y la tortura de Travis Bickle, sino que cuenta el sufrimiento y la tortura de Bernard Herrmann ante sus últimos días. Su testamento, su confesión al mundo. Una partitura tortuosa, que parece, al fin, encontrar una liberación. Parece, al fin, encontrar un retazo de belleza en esta noche eterna.


                                            https://www.youtube.com/watch?v=Bx4aK-YsPeU

La soledad me ha perseguido toda la vida. En cualquier sitio, en un café, en un coche, en las aceras de las ciudades, en las tiendas... en todas partes. No hay forma de librarse de ella. Soy la criatura más solitaria que dios haya creado. 8 de junio. Mi vida ha vuelto a dar un giro. Los días transcurren regularmente, y pasan, y pasan, y pasan... un día no se distingue del siguiente. No son más que eslabones de una cadena infinita. Y, entonces, de repente, un cambio llega... 



                                            https://www.youtube.com/watch?v=HochYK83gtU


Para mi, escuchar a Bernard Herrmann es como caminar por un paisaje límpido, cristalino, nuevo. Un espacio desconocido, nunca visto, donde todo discurre más lento, y todo tiene más color. Nunca he estado ahí. Quizás él sí. Para Nervios Rotos compuso ese himno a la belleza por venir o, quizá, a la belleza olvidada. Tarantino la asumió para una de sus Kill Bill, y le restó toda esa sensación onírica que tenía la original. 


                                         https://www.youtube.com/watch?v=S4QiCD_MZQk

En este mismo blog ya hemos mencionado El Fantasma y la Señora Muir, en mi opinión una de las grandes bandas sonoras de todos los tiempos. ¿Importa algo el hecho de que ya hayamos escrito sobre ella? Herrmann alcanza unas cotas de ternura y arrebato que, salvo en Vértigo (por cierto, una suerte de desarrollo de El Fantasma y la Señora Muir), nunca más alcanzaría. Sólo él podría ponerle música al romance entre una mujer y un fantasma.


                                        



¿Creían que no iba a sonar esa fanfarria inmortal de Ciudadano Kane? Se equivocaban. Es el paroxismo del triunfo, de la esperanza, de la ambición. Quizá mucha gente se me eche encima, pero prefiero la partitura, en ocasiones algo rococó, de Herrmann, que la película de Welles. 


                                        

                                             https://www.youtube.com/watch?v=68X_gR6i2P8

Un oboe y una trompa. Un chelo. Se arrastran. No hace falta ver la imagen. Sabemos, porque Herrmann nos lo cuenta, que estamos entrando en un reino otrora fantástico, ahora decrépito. ¿Quieren oír más? hay magia y decadencia y un punto de sadismo... escuchen.


                                         
                                               https://www.youtube.com/watch?v=DM589P6lGoM         


Bernard Herrmann sólo ganó un Oscar. Los mismos que, por ejemplo, Kim Basinger. Ahí lo dejo. Fue en 1941 por El Diablo y Samuel Webster. Una partitura estrepitosa y fuera de tono, en la que usa hasta cascabeles. Una locura, bella como todas las locuras.

                                          
                                              https://www.youtube.com/watch?v=SB9K7gHoBIg


Y, ahora sí, vayámonos al mambo: Herrman/Hitchcock. ¿A que las películas de Hitchcock que no tienen música de Hermann parecen distintas? No voy a decir peores... bueno, sí, lo voy a decir. Parecen peores. Nunca estoy seguro si primero fue la partitura y luego la película. Si el cerebro de Hitchcock era un recipiente gigantesco en el que borboteaba toda clase de historias retorcidas, el cerebro de Bernard Herrmann era una historia retorcida en sí mismo. Herrmann consiguió domeñar a Hitchcock, algo no fácil, que le dio libertad absoluta para componer. Sólo así se entiende que para ese divertimento en el que el futuro de la humanidad está en peligro (así se divertían H & H) a Herrmann se le ocurriese una música en la que se van añadiendo más y más instrumentos, y más y más instrumentos, en una vorágine imparable. Dos minutos trepidantes, de lo mejor que ha hecho nunca Herrmann, con las notas retorciéndose hasta no poder más. Me refiero a la obertura de Con la Muerte en los Talones. Les invito a reconocer todos los instrumentos que suenan. Ya se lo adelanto: es imposible.



                 
                                           https://www.youtube.com/watch?v=xBxjwurp_04

Personalmente, esta obra de arte de dos minutos es lo que más me gusta de la colaboración entre los dos genios. Pero, de manera global, como sinfonía de la locura del siglo XX, Psicosis es una obra maestra. Psicosis es una película en la que hay poco diálogo. Las palabras las pone la música de Herrmann. Siempre he pensado que las notas, en esta banda sonora, son palabras. Sí. El monólogo interior, el rasgo distintivo de la película, no se expresa con una voz en off, como es tradicional, sino con música. El remordimiento, la angustia, el miedo, el deseo, la opresión, el sufrimiento, todo se expresa con unas notas que incluso parecen tener un rastro fónico, como el aire cuando hace vibrar las cuerdas vocales.


                                           https://www.youtube.com/watch?v=pSW1nuZedfE

Phoenix. Arizona. Viernes, 11 de diciembre. 02.43 minutos de la tarde. La cámara, como un ojo omnímodo, se cierra lentamente sobre un edificio. En el edificio hay una ventana. La ventana está abierta. La cámara, voyeur universal, se cuela en una habitación. En la habitación hay una pareja. La cámara los sondea. Los penetra. El arranque de Psicosis es la quintaesencia de Hitchcock. Hay, no obstante, una segunda sonda que recorre los intersticios de los personajes: la de la música de Herrmann. Llega hasta el tuétano. Convierte en notas los pensamientos. El culmen es la escena de la ducha. Una escena sin sonidos humanos.... ¿seguro? ¿qué oyen ustedes? ¿El rasgueo brutal de la sección de cuerdas, o los gritos de una mujer? ¿Los violoncelos renqueantes y cansados, o el jadeo de placer de un asesino en pleno éxtasis?


                                            https://www.youtube.com/watch?v=Xhx_B45xxxQ

Sería de snobs no terminar este repaso con, seguramente, la mejor banda sonora de todos los tiempos. Hay muchas películas en Vértigo. Una de ellas la cuenta la espectral, romántica, turbulenta, obsesiva, liberadora y devastadoramente bella partitura de Bernard Herrmann. Se podría, sin duda, seguir el argumento sin ver las imágenes. Tan sólo tumbándose y dejándose abrumar, por ejemplo, por esta inmortal obertura.


                                         https://www.youtube.com/watch?v=kC5AzFc3coo

Herrmann alcanza su cima musical con una de las composiciones más bellas de la historia del cine. la Escena de Amor de Vértigo. El compositor neoyorquino logra algo así como una ópera del siglo XX, con cada instrumento emulando la voz y las pasiones de los personajes. Sólo estos cinco minutos de gozo musical le bastarían a Herrmann para ocupar el olimpo de los compositores de música de cine.


                                            https://www.youtube.com/watch?v=_naJH44Lk3I

No se me ocurre mejor manera de terminar este recuerdo, aunque el recuerdo sea constante, a un artista genuino, que sólo se dedicó a crear, que rehuyó del mundo y que volcó su tortuosa alma en su música. En su música inmortal.