miércoles, 25 de enero de 2017

CRÍTICAS (XXI): "Moonlight", de Barry Jenkins

Moonlight.  EEUU, 2016. 111 minutos. Director: Barry Jenkins. Reparto: Alex Hibbert (Chiron niño); Ashton Sanders (Chiron adolescente); Trevante Rhodes (Chiron adulto); Jharrel Jerome (Kev adolescente); Andre Holland (Kev adulto); Mahershala Ali (Blue); Janelle Monae (Teresa); Naomie Harris (Paula, madre de Chiron). Guión: Barry Jenkins & Tarell Alvin McCraney. Música: Nicholas Britell. Fotografía: James Laxton. Montaje: Joi McMillon & Nat Sanders. Dirección Artística: Mabel Barba & Hanna Beachler. Maquillaje y Peluquería: Doniella Davy & Gianna Sparacino. Color.


INTRODUCCIÓN

Quizá sea muy repetitivo, pero tengo que parafrasear de nuevo al maestro David Lean. "En el cine hay tres cosas esenciales: el casting, el casting y el casting". Es una premisa que sigue a rajatabla Barry Jenkins, cuyo gran acierto en Moonlight es la elección de actores. Es natural: el director cuenta en la película parte de su vida. Elegir a quién te encarna debe de ser una tarea quirúrgica. Jenkins ha acertado con una combinación de actores noveles o con muy poco bagaje, que son los que interpretan al protagonista durante tres etapas de su vida, y actores con un nombre en el circuito: Mahershala Ali, conocido para los seriófilos por aparecer en House of Cards; Janelle Monae, una de las diosas del soul contemporáneo, y la "chica Bond" Naomie Harris, madre de Chiron.

Seguimos con Lean. Si Lawrence de Arabia es la única película de la historia (que yo sepa) en la que no aparecen personajes femeninos, no recuerdo otra película aparte de Moonlight en la que no aparezcan personajes blancos. Jenkins narra su realidad, su vida en Liberty City, un suburbio de Miami en el que según el censo de 2000 (época en la que se ambienta parte de la película), el 94,6 % de la población era negra. Sólo el 0,6 % de la población era la blanca. ¿Un ghetto? Bien, llámenlo como quieran.

UNA VIDA PERRA

El concepto de "negritud", que nació en las colonias francesas del Caribe en los años 30, y que se extendió por toda la intelectualidad negra, más como un concepto político que como un movimiento literario, es notable en la película. En Liberty City, ser apodado "black" es un grado. Sólo reciben el apelativo los hombres verdaderamente importantes. Si eres un simple ciudadano, eres un "nigger". Esa identidad negra, en cuanto a lenguaje, actitud ante la vida e incluso expresión corporal, es lo que pretende reivindicar Jenkins. Pero, claro, en Liberty City los hombres trafican con drogas, las mujeres se prostituyen y los niños se pegan de hostias para marcar territorio. Sí, está el mar... el mar como paradigma de la otra vida, de la que está por llegar... pero nunca llega.
Chiron es carne de cañón desde el primer fotograma. Varios compañeros de clase le persiguen tirándole hasta las zapatillas. ¿Por qué tanto odio? Porque Chiron rehúsa darse de leches. No es un "hombre", y ser un "hombre" en Liberty City es obligatorio si se tiene pene.

En realidad, Jenkins nos está contando su propia vida. Él mismo nació y se crió en Liberty City. Su padre abandonó a su madre y sus hermanos, y nunca reconoció a Jenkins como hijo. Su madre, adicta al crack, encomendó su educación a una familia vecina. Toda esa sensación de búsqueda se refleja en la película.


https://www.youtube.com/watch?v=VzetxI2f22Y

Chiron, como el director, se cría con una familia que no es la suya. Una pareja en la que el hombre, narcotraficante, es el conducto por el que el pequeño ingresa en la vida, en la vida cruel y despiadada que le ha tocado vivir. Blue, que así apodan al hombre que ejerce la figura de su padre, huye de su identidad. Sabe que lo aboca a la muerte, como así sucede. Chiron persigue esa identidad propia. Es con esa relación cuando la película alcanza una ternura y un lirismo que inducen al espectador a querer ver más cosas. Jenkins coloca la cámara de manera prístina, con unos primeros planos muy bellos, enamorados de los actores.
Es ese amor de Jenkins por lo que cuenta, que no es más que un ajuste de cuentas con su pasado, lo que hace que la película durante la primera media hora funcione como una dinamo. Sin embargo, a partir de ahí, la acción se enfrasca en demasiados tópicos, y pierde frescura. Aunque la división en capítulos (que abarcan la infancia, la adolescencia y la adultez de Chiron) es un buen recurso rítmico, da la sensación de que la intromisión del coguionista de la película, Tarell Alvin McCraney, convierte la acción en una especie de batiburrillo de sensaciones que se alejan del lirismo del arranque. En efecto, McCraney también quiere contar su vida, y ese exceso de ombliguismo va en detrimento de la película.
Chiron es homosexual. Comienza a quitarse caretas y a mostrarse como es. Mantiene una relación sexual fugaz y cohibida con su amigo Kev, una noche bajo la luz de la luna. Pero todo es violencia y amargura. Chiron no puede ser distinto. Se aleja de sí mismo. Se oculta bajo un cuerpo escultural y una dentadura postiza de oro. La apariencia del macho que debe mostrar para ser alguien en Liberty City. Cuando quiere ser nuevamente Chiron, ya es tarde.

La larga secuencia final, cuando se reencuentra con todo lo que ama para advertir que ya no es lo mismo, está pasada de minutos y repleta de tópicos. Lástima. Era una gran oportunidad para terminar bien una película que arranca como un auténtico poema épico pero que va languideciendo.

COROLARIO

Moonlight es una de las películas del año en Estados Unidos. Ha recibido una cascada de premios y ocho nominaciones al Oscar, entre ellas a las interpretaciones de reparto: Mahershala Ali y Naomie Harris. Sin embargo, su director debería haber mantenido su independencia para que la película fuese redonda. Da la impresión de que hay demasiadas injerencias, entre ellas la de Brad Pitt, uno de los productores ejecutivos (osea, los que ponen las pelas).
Moonlight es la historia de un hombre poseído por la rabia que regresa a su hogar para saldar cuentas, pero ya es tarde. Él ha cambiado y los demás también. Aunque el tramo final desluzca el resto de la película, horas y días más tarde, cuando uno piensa en ella, aún brilla una pequeña luz, cálida y valiente, en el cerebro. 

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