viernes, 28 de febrero de 2014

UNÍOS Y VENCERÉIS (IV): EL GOLPE

The Sting. EEUU, 1973. 129 minutos. Dirección: George Roy Hill. Reparto: Paul Newman (Henry Gondorff); Robert Redford (Johnny Hooker); Robert Shaw (Doyle Lonnegan); Charles Durning (Teniente Snyder); Ray Waltson (JJ Singleton); Eileen Brennan (Billie); Harold Gould (Kid Twist); John Heffernan (Eddie Niles); Dana Elcar (Agente Polk); Jack Kehoe (Erie Kid); Dimitra Arliss (Loretta); Rober Earl Jones (Luther Coleman); James Sloyan (Mottola); Charles Dierkop (Floyd, guardaespaldas de Lonnegan). Guión: David S. Ward. Música: Ragtimes clásicos de Scott Joplin. Fotografía: Robert Surtees; Montaje: William Reynolds; Dirección Artística: Henry Bumstead & James W. Payne. Vestuario: Edith Head. Color.




La película de todos

Me es muy difícil escribir sobre El Golpe. No sólo es una de mis películas preferidas (podría verla a diario sin cansarme y, es más, descubriendo siempre algo nuevo). Sobre todo, es mi primer recuerdo cinematográfico. Yo creo que era el año 77 o 78. Gracias al rotundo éxito de una de las múltiples versiones de Spiderman, película que yo me había empeñado en ver y para la que no había entradas, nació mi pasión por el cine. Mi madre, para aprovechar el viaje desde Avilés a Gijón, decidió ir a ver El Golpe al teatro Arango, hoy tristemente una clínica de estética. El signo de los tiempos.
Obviamente, no recuerdo gran cosa de la proyección. Sólo esa sensación de bienestar, de protección, que aún hoy siento cuando me siento en la butaca de una sala de cine. Y también algo así como un placer cálido que me proporcionaba la fluidez de la acción. Una quietud que también siento hoy cuando reviso El Golpe. 
Y es que El Golpe es la película de todos. No conozco a nadie a quien no le guste. Ni siquiera aquellos a los que el cine ni fu ni fa. El Golpe gusta por grados: desde el que sólo la ha visto una vez al que se sabe los diálogos de memoria e, incluso, el nombre de los caballos que participan en las imaginarias carreras que conforman el grueso del tinglado. 
¿Por qué ocurre esto? Bien, porque la película da en el clavo en las dos piedras angulares del cine: el guión y el reparto.

La importancia de un guión

El Golpe es una obra maestra en buena medida gracias a este señor:


Se llama David S. (de Schad) Ward y tenía 27 años cuando escribió, probablemente, el mejor guión de la historia del cine. No me puedo creer que sea el mismo hombre que firmó los guiones, por ejemplo, de Algo para Recordar o Abajo el Periscopio. Simplemente, arguyo que escribió El Golpe en estado de gracia. En la trastienda del cine se encuentran dos versiones de cómo el guión se convirtió en película. Una cuenta que George Roy Hill se lo encontró por casualidad en un despacho de la Universal, se lo leyó y le engatusó de tal manera que se puso entre ceja y ceja hacer una película. La otra, referida por el propio Ward, cuenta que fue él mismo el que se lo envió a George Roy Hill, sabedor de su buena relación con Paul Newman y Robert Redford, con los que había rodado Dos Hombres y Un Destino, y los actores en los que, según el guionista, pensaba cuando escribía la historia. Una versión que se cae por su propio peso ya que el mismo Ward ha señalado en varias ocasiones que en el guión el personaje de Redford tiene 19 años y que había pensado en Lee Van Cleef para interpretar a Gondorff (Newman en la película). Vamos a quedarnos con la versión que cuenta que fue Hill el que se encontró el guión por casualidad, no sólo porque es la más plausible, sino también la más romántica: imagínense que la casualidad no hubiese querido que encontrase el texto: El Golpe jamás se hubiese rodado. 
Newman, que tenía 48 años, aceptó a la primera. Vio las posibilidades del texto y no dudó ni un minuto. Redford, que tenía 35, andaba enfrascado en su activismo social y político y, quizás, en un primer momento no reparó en la esencia proletaria de la historia. Ante la negativa de Redford, la Universal tanteó a Jack Nicholson y a Warren Beatty. No fue necesario. Newman y Hill consiguieron convencer a Redford para repetir la carismática dupla de Dos Hombres y Un Destino. 
Pero, ¿por qué es tan grandioso el guión de Ward? Tomemos como ejemplo la escena en la que Hooker va a visitar a Gondorff para proponerle acabar con Lonnegan. Es una escena en la que apenas se habla (porque esto es cine, no literatura). Hooker se pavonea ante Billie, la madame del burdel que regenta Gondorff. Se sabe guapo, así que cuando ella lo despacha, como si tratase con un niño, Hooker se ve herido y Redford lo expresa. Atraviesan una sala oscura y que incluso da la sensación de oler mal. Hay un carrusel. Con una toma, toda la historia contada: la sordidez y la alegría en un mismo plano. Ya nos anticipa cómo es Gondorff. Hooker entra en su cuarto y Gondorff duerme la mona. Se ha medio caído de la cama y su nariz está atrapada entre el colchón y la pared. Ronca. Un plano, y el personaje ya está descrito. Sabemos que es un vividor, un borrachín, un personaje que fue grande pero que ahora está olvidado. CINE. Luego, mete unas barras de hielo en el lavabo y se lava con fruición, intentando despabilarse. Es tan llamativa esa escena, que yo lo he intentado varias veces. Pero no funciona. 
El guión es tan excelso que, si se cambia algo, por nimio que sea, parece que todo puede desmoronarse. Por ejemplo, la postura de Gondorff mientras duerme, la decoración de la habitación, la camiseta... nadie se imagina a Paul Newman sin bigotín en El Golpe. Si uno se lo imagina sin bigote, parece que la película falla. 


                                  

Nada es baladí en la película. Cada escena cuenta algo. A cada escena, descubrimos algo nuevo. Todo encaja. Incluso los nombres de los caballos, los nombres de las carreras, los nombres de los personajes. Todo es tan acertado, que no se concebiría El Golpe sin "Blue Note" o la cuarta carrera de Nagarransett. Y es que la película tiene como hilo conductor dos sentimientos íntimamente humanos: la venganza y la dignidad. Por eso cala tanto El Golpe. Porque la entendemos y entendemos a sus personajes. Todo fluye. Pongan a un niño de cinco años a ver El Golpe y no parpadeará. 
La otra pata de la genialidad de la película es el reparto. Como decía David Lean, "hay tres cosas importantes a la hora de hacer una película: el casting, el casting y el casting". No se puede imaginar un reparto mejor para una película. El trío Hill-Newman-Redford demuestra una química exacerbada, a la altura de Hepburn-Tracy o Matthau-Lemmon. Traspasa la pantalla. Luego tenemos a Robert Shaw como Lonnegan, excelso en cada segundo que aparece en pantalla. La Academia se olvidó de él y ni siquiera lo nominó como mejor secundario, en una de las grandes injusticias que se hayan perpetrado en la historia de los Óscars. Por cierto, la cojera que sufre el personaje no es artificio: Shaw se rompió los ligamentos de la rodilla jugando al squash poco antes de iniciarse el rodaje. Si el trío principal es formidable (con Newman y Redford como nunca), qué decir del resto del elenco: no se pueden concebir mejores elecciones. Charles Durning, brutal como el torpe Snyder, Ray Waltson (JJ) o el maravilloso Harold Gould como Twist. parece que incluso los nombres de los personajes casan con el aspecto físico. La escena del reclutamiento de la banda, con unas elipsis maravillosas, es un goce para el espectador. 

Pero, ¿qué cuenta El Golpe?

El Golpe es, sobre todo, cine y, por ende, divertimento. Ward se basó en las peripecias reales de los hermanos Charles y Fred Gondorff, dos con men, esto es, timadores que se sirven de su habilidad para ganarse la confianza de terceros hasta sacarles hasta las entrañas. Los hermanos Gondorff, que hicieron de las suyas entre 1900 y 1914, llevaron a cabo un montaje parecido al que se ve en la película. Lo malo fue que su gancho no dudó en descubrir el pastel, así que su final fue triste. Además, los nombres de los personajes (excepto Hooker, cuyo nombre es un homenaje al música John Lee Hooker), coinciden con los de varios timadores reales de comienzos del siglo XX. 
Sin embargo, parece que El Golpe cuenta mucho más que la historia de un par de timadores. ¿Verdad? Parece que nos habla de una suerte de confederación de desarrapados que luchan contra un poder establecido que manipula políticos, policías, servicios de inteligencia... ¿Les suena? Pongámonos en el contexto de la película. Es un doble contexto, en realidad. La película se desarrolla en 1936, con Estados Unidos aún sufriendo las consecuencias del crack de 1929 y con la II Guerra Mundial recortándose en el horizonte. La película se escribe en 1972. Estados Unidos se desangra en Vietnam, estalla el Watergate, los jóvenes se manifiestan en las calles. Se tiene la percepción de que el gobierno está conformado por una panda de gángsters. Todo esto se vuelca en la película. Siempre me ha parecido que El Golpe nos habla de eso, de cómo la indignación se contagia entre la población que se decide a intentar, al menos, jugársela al poder establecido. Podían ganar.


                                       

La música

Me sorprende descubrir que mucha gente cree que la música de El Golpe es original, compuesta a propósito de la película. El caso es que tiene exactamente cien años y la compuso este señor:


Se llama Scott Joplin, uno de los pioneros del jazz, y máximo exponente del Ragtime, que hizo furor entre las clases humildes de Estados Unidos a comienzos del siglo XX. Lo que oímos en El Golpe es la maravillosa adaptación que hizo Marvin Hamslisch de las piezas de Joplin, que sonaban bastante más rápido que las que se oyen en la película. Pero, como todo en El Golpe, la música encaja como mano en guante, con su ritmo que mezcla ironía y nostalgia. Para vuestro solaz, y el mío, aquí os dejo la banda sonora completa.


                                       

Corolario

Da igual qué os inspire El Golpe. Da igual en qué clave queráis verla. Es un trabajo tan redondo, donde todo encaja y fluye, que lo mejor es sentarse y dejarse llevar durante dos horas. Es tan grande, que siempre acabo convencido de que Robert Redford traiciona a Paul Newman, pero le sale mal. ¿A que sí?

Nota 

No soy un extremista de la versión original. Creo que el cine hay que verlo según se concibe, pero me gusta el doblaje. Es más, pediría que los Goya incluyeran un apartado de mejor doblaje. Sin embargo, soy incapaz de ver El Golpe en versión original. Como no podía ser menos, la traducción y la adaptación al castellano es sublime. Y qué decir de los dobladores: Rogelio Hernández (Newman); Manuel Cano (Redford); Arsenio Corsellas (Shaw); Joaquín Díaz (Shaw); Rafael Luis Calvo (Twist). Ellos también han contribuido a hacer de El Golpe una película en estado de gracia. 


1 comentario:

  1. Hoal tio, soy Trapa. Lo comparto con tu permiso pq mi asombro y devocion a tus palabras. No es peloteo gratuito Juancar me parece q cuando alguien, en los tiempos q corren, sabe utilizar las palabras con maestria solo queda aplaudir y leer, callar y aprender.

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