jueves, 29 de mayo de 2014

PELÍCULAS PARA UNA NOCHE DE VERANO (I): "TARDE DE PERROS"



Dog Day Afternoon. USA. 1975. 125 minutos. Director: Sidney Lumet. Reparto: Al Pacino (Sonny Wortzik); John Cazale (Sal); Charles Durning (Moretti); Chris Sarandon (Leon Shermer); Penelope Allen (Sylvia); Sully Boyar (Mulvaney); Carol Kame (Jenny); Marcia Jean Kurtz (Miriam); Lance Henriksen (Murphy); Susan Peretz (Angie Wortzik); Judith Malina (Madre de Sonny). Guión: Frank Pierson, basado en un artículo de P. F. Kluge & Thomas Moore para la revista Life. Música: Carece de banda sonora. Fotografía: Victor J. Kemper. Montaje: Dede Allen; Dirección Artística: Dug Higgins & Robert Drumheller. Color.





INTRODUCCIÓN

La mayoría de la gente que conozco comienza a desear la llegada del verano desde principios de octubre. No comparto tal ansiedad. El verano me parece la más sobrevalorada de las estaciones. Quizá Freud debería decir algo al respecto de mi caso. Languidecen los cuerpos y todo se queda a medias. Ni se piensa ni se actúa. Es como si el calor derritiese todas las máscaras que se van acumulando a lo largo del año y, de repente, se fuesen cayendo a pedazos para mostrar el verdadero yo. Se muestra una alegría un tanto forzada, como de manual. Las gentes hablan en diminutivos y comienzan a hacer cosas absurdas, como pasarse el día tumbado en una arena habitualmente ardiente y sucia. Que la playa está bien, pero cuando la enmoqueten. Si el signo distintivo de la playa es el mar, ¿por qué quedarse en la arena? Lo que intento expresar es que el verano, cada vez más, es la estación de la soledad. Añoro la caza del tritón por equipos en una charca seguramente infectada de paludismo. Añoro los partidos de fútbol eternos. Añoro traspasar fronteras físicas y mentales. Pisar, a escondidas, un suelo vetado por nuestros padres. Añoro la playa como escenario de aventuras, como recipiente de sudores, y no como camposanto brillante. Cogías el autobús y, ¡zas! en veinte minutos estabas en la playa. No hacía falta irse a la República Dominicana, ni a México, ni mucho menos a Túnez. La nuestra era, y es, la mejor playa del mundo.
Los días de verano son una larga jornada hacia la noche. El bello verano comienza ahí, en el crepúsculo violeta. La ciudad se queda como exhausta. El cemento, recalentado por el sol, emana un aroma a calles aliviadas. Hay noches de verano que no se pueden describir. Tampoco es el objetivo. Pero pocos placeres existen en madrugadas inmóviles que coger una película, preferiblemente larga, meterla en el reproductor, abrir la ventana, y dejarse ir. Ese es el objetivo de esta sección: paladear esas películas que pueden convertir una noche de verano en bálsamo para el dolor. Son películas que discurren en verano, en bellos y terribles veranos de entonces, que son los mismos bellos y terribles veranos de ahora.


SIDNEY LUMET: UN MARTILLO PILÓN CONTRA LOS MUROS

Comenzamos este serial con "droga dura": Sidney Lumet. Nadie como el director de Filadelfia, fallecido hace sólo tres años, ha contado en una pantalla la amargura vital, la angustia del individuo ante una sociedad controlada por una red de poderes no tan ocultos: simplemente se trata de nuestro ADN. De vez en vez aparecen luminarias, personas inspiradas por un sentimiento más alto, que tratan de romper esa cadencia enfermiza. Unas veces triunfan, otras no. Así, los personajes de Lumet están, literalmente, entusiasmados. No siempre reconocen la grandeza de sus aspiraciones. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones ocurre que al hombre que pretende sacar la cabeza de la caverna de Platón, se la destrozan de un mazazo. Los personajes de Lumet son enérgicos, luchan como si fuera el último día de su vida. Baste recordar al personaje (sin nombre) de Henry Fonda en 12 Hombres sin Piedad, o al militar que interpreta Sean Connery (seguramente en el mejor papel de su vida) en La Colina. O al genial Peter Finch desenmascarando la red de intereses de los medios de comunicación de masas en la extraordinaria Network. 



https://www.youtube.com/watch?v=oQZxdafB83g



Las películas de Lumet nunca pasan de moda. Es más: cada día son más abrasadoramente modernas. Además, siempre dejan interpretaciones inolvidables. Network, por ejemplo, ostenta el récord de Oscars a la interpretación: Peter Finch (primer Oscar póstumo de la historia) y Faye Dunaway ganaron en la categoría de actor y actriz principal, mientras que Beatrice Straight se llevó el de mejor secundaria. Pero, para rematar, otro de los actores principales, William Holden (espectacular como director de la cadena de televisión) también estuvo nominado. Sin embargo, de todas las interpretaciones magistrales que Lumet logró sacar de sus actores, la de Al Pacino como Sonny Wortzik es sin duda la más memorable. Pacino roza la perfección en Tarde de Perros. 

22 DE AGOSTO DE 1972

El 21 de agosto de 1972, John Wojtowicz visitó a su esposo Ernest Aaron en el psiquiátrico de Nueva York donde le habían internado unos meses antes. Había intentado suicidarse varias veces. Quería hacerse una operación de cambio de sexo, pero había chocado con dos escollos insalvables. El primero: no tenía el dinero suficiente. El segundo, aún más inabordable: la despiadada incomprensión de la sociedad. Woitowicz, que había combatido en Vietnam para luego sobrevivir como cajero de un banco, llevaba dos años casado con Aaron. El matrimonio homosexual en California era legal. Se había divorciado de su esposa y había contraído nupcias con el amor de su vida. Aquella visita al sanatorio le sacó de quicio. Ernest Aaron estaba al borde de la desesperación. No aguantaría un día más.
El 22 de agosto era martes. El calor ya apretaba desde el amanecer. John Woitowicz aguarda en un coche a que abra la sucursal del Chase Manhattan Bank situada en el 450 de la Avenida P, esquina con East 3rd Street, en el distrito de Gravesend, en Brooklyn. Le acompañan dos amigos: Salvatore Naturale, de 18 años, delincuente habitual, y un tercero, cuya identidad nunca trascendió, pero que abandonó la empresa al observar cómo un policía comenzaba a merodear por las inmediaciones del banco. La operación parecía sencilla. Woitowicz, como cajero que había sido, conocía todas las tretas para acometer una atraco rápido: rociar con spray las cámaras de seguridad, desactivar todas las alarmas, discriminar los billetes de señuelo que existen en todas las cajas del mundo... Habían calculado unos quince minutos. 48 horas después, el atraco aún no había terminado. Todos los informativos de la nación seguían el suceso en directo. Miles de personas se arremolinaban en los exteriores. El FBI activó todos sus dispositivos. El atraco se convirtió en cuestión de estado. Se habló de una operación a alta escala de la mafia. Lo único que querían Woitowicz y Naturale era llevarse 213.000 dólares para que Ernest Aaron pudiera cambiarse de sexo. Comenzaba una leyenda.


                                  

El guionista Frank Pierson no se basó directamente en la historia real del atraco, sino en un reportaje publicado en la revista Life. Pierson intentó, en vano, entrevistarse con Wojtowicz en la cárcel. De hecho, el propio Wojtowicz, en una carta enviada cuatro años más tarde a Life, calificaba la película de "un pedazo de basura" y cifraba en un 30% los hechos auténticos que contaba. Sin embargo, ya en el reportaje en el que se basa la película, los periodistas describían a Wojtowicz como "un hombre delgado y con rostro desesperado, al estilo Al Pacino o Dustin Hoffman". 


El retruécano se completa cuando el propio Wojtowicz reconoció que se había envalentonado para atracar el banco después de ver la interpretación de Pacino en El Padrino. Pacino era la primera opción. Hoffman, la segunda. No estaba tan clara la elección del actor que interpretaría a Naturale. El personaje real tenía 18 años y esta pinta.


Fue el propio Pacino el que, contra viento y marea, impuso a John Cazale, también italo-americano, y con el que había compartido reparto en El Padrino. Lo malo es que Cazale tenía 37 años y una calva prominente. Pero resulta en la película.

ESTRELLA MEDIÁTICA

La edición de DVD publicada hace siete años incluye el making off de la película. Se ve a un Lumet enérgico, moviéndose relampagueante entre la multitud de extras megáfono en mano. Grita, dirige, coloca. Luego, se reúne en un aparte con los actores principales. Acepta sugerencias. La fuerza de Lumet y las improvisaciones de los actores aportan ese ritmo y esa frescura a la película. Más de la mitad del metraje está formado por ensayos e improvisaciones, tan buenos, que se incluyeron en la película. Además, Pacino ayunó voluntariamente durante varios días, durmió dos horas a la noche y recibió diariamente duchas de agua fría. Todo un tour de force para encarnar a un personaje desesperado y sufriente.
El rodaje funcionó como un mecanismo de relojería. Tarde de Perros es una película sobre el tedio, no sólo el tedio de una bochornosa tarde de verano en Nueva York, sino también ese tedio moral de los que se han dejado devorar por la rutina y las versiones oficiales. Por un modo de actuar dictado y acuñado y al que es muy complicado desafiar... si no se intenta. Lumet nos dibuja un Brooklyn desierto en el que el calor casi es palpable. Lo curioso del caso es que la película se rodó en invierno.




Agosto en la ciudad. Nada que hacer. De repente, dos chiflados intentan atracar un banco. Han planeado que durará quince minutos. Un movimiento en falso y la policía se presenta en el lugar. Y el tema se les va de las manos. Dentro del banco, siete rehenes: cinco mujeres, el director de la sucursal, aquejado de diabetes, y el guarda de seguridad, asmático. Curiosamente, en Estados Unidos a Tarde de Perros se le considera una película cómica. En efecto, los diálogos son ácidos y con un punto sado que mueven a la risa, pero es una risa fugaz. La película es dura. Pacino pierde los nervios y comienza a hacer cosas hilarantes, en una actuación prodigiosa. Pero para los rehenes es una aventura en una lánguida tarde de verano. Una aventura que no dejarán escapar. De hecho, el auténtico director de la sucursal llegó a decir que aquel había sido uno de los días más divertidos de toda su vida.
Existe otro nivel de individualismo amargo: el del teniente Moretti (Charles Durning espléndido, como siempre). Astuto, con clase, histriónico pero, en el fondo, buen tipo, intenta llevar las negociaciones a su manera. Y está a punto de conseguirlo. Hay una escena en la que Sonny sale del banco y se coloca a tres metros de Moretti. Es una epifanía. Ambos ven que todo es fútil: la lucha de Sonny por hacer feliz a su marido y la del policía por hacer las cosas con sentido común y apelando al lado humano. Pronto el FBI entra en escena. Aquel día no había nada mejor que hacer en el tórrido NY.

De repente, Sonny se convierte en una estrella mediática. Los cientos de personas que siguen el atraco desde el exterior de la sucursal comienzan a vitorearle. El chico tiene agallas, aunque esté muerto de miedo. Le planta cara a la policía. En realidad, los espectadores no son espectadores: son todo el país. Aquí se juzga a un tipo con valor. El país está podrido desde las raíces. el Watergate, Vietnam... y Attica.


https://www.youtube.com/watch?v=O_FbLZ9ebpE

RECORDAD ATTICA

El grito de "Recordad Attica" con el que Pacino enardece a las masas se refiere a la rebelión de un grupo de presos en el penal de Attica, en Nueva York, el 9 de septiembre de 1971. Los presos protestaban por las malas condiciones, el comportamiento brutal de los funcionarios y, sobre todo, por el movimiento social y cultural que se desarrollaba al otro lado de los barrotes. Estados Unidos cambiaba y ellos querían cambiar. Pero la policía mató a 45 e hirió de consideración a 80. "Recordad Attica", un grito que pasó a la historia del cine americano y que, en realidad, fue una improvisación de Pacino.

LA MANIPULACIÓN

Sonny y Sal comienzan a ver que pueden ganar. Tienen a los rehenes de su lado, en un clarísimo caso de Síndrome de Estocolmo, la gente en las calles está con ellos y todas las emisoras del país transmiten el acontecimiento en directo. Pero el poder omnímodo sobre el que Lumet sustenta todo su cine, y que los personajes de sus películas tratan una y otra vez de quebrar, aparece en escena. Lo hace con una secuencia terrible: un helicóptero sobrevuela el escenario del atraco. Alguien observa desde arriba. Alguien que va a acabar con todo esto porque el estado de las cosas no puede alterarse. El FBI comienza su plan de manipulación. Comienzan a difundir por televisión que Sonny es homosexual. El pueblo comienza a dudar. De hecho, se burlan de él cada vez que sale de la sucursal para negociar. Como remate, contactan con su esposo (León en la película, interpretado por Chris Sarandon, del que Susan Abigil Tomalin toma su apellido de casada) y, por una suma de dinero le convencen para que delate a su marido en una memorable conversación telefónica pinchada por los federales. Sonny descubre el pastel y cae en la cuenta de que todo ha acabado. Pide un avión para exiliarse en Argelia. En un hábil giro de guión, se deja entrever que delata a su compañero Sal. El resto de la película deberán verlo. Hasta aquí llega mi relato.

John Wojtowicz fue condenado a 20 años de prisión. Sin embargo, la venta de los derechos de su experiencia para filmar Tarde de Perros le sirvió para costearle a su esposo Ernest su operación de cambio de sexo. Ernest Aaron pasó a llamarse Elizabeth Debbie Eden.



COROLARIO

Tarde de Perros es una película que deben ver o, en su caso, revisar. Es puro músculo y talento. Y la mejor expresión de que el individuo está abocado a la amargura en un mundo podrido de arriba a abajo. Gocen de Lumet. Gocen de Pacino. Gocen, si pueden, del verano. 

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