viernes, 10 de enero de 2014

Uníos y venceréis

Introducción

Detesto el mal llamado cine político, mejor llamado cine ideológico. Yo, que soy una persona radical en mi planteamiento vital, rechazo los maniqueísmos en la pantalla. Prefiero, no obstante, las películas que sugieren, que dejan un poso de rebeldía aún sin pretenderlo, que nos hacen creer que nosotros, timoratos, inseguros y, en ocasiones, insensibles, podemos intentar cambiar las cosas. Son películas de outsiders que se unen con otros outsiders y que juntos se enfrentan, y a veces derrotan, a alguien más poderoso o, simplemente, al alguien canónico, aceptado por una sociedad en ocasiones desnaturalizada. Esas son las películas que nos emocionan, en las que creemos, y que nunca morirán.

FREAKS (LA PARADA DE LOS MONSTRUOS)

Freaks. 1932. EEUU. 65 minutos. Dirección: Tod Browning. Intérpretes: Olga Baclanova (Cleopatra); Henry Victor (Hércules); Wallace Ford (Phroso); Leila Hyams (Venus); Roscoe Ates (Roscoe); Harry Earles (Hans); Daisy Earles (Frida); Rose Dione (Madame Tetrallini); Daisy y Violet Hilton (Siamesas); Schlitze (Schlitze); Josephine Joseph (Mitad hombre-mitad mujer); Johnny Eck (Medio Chico); Frances O'Connor (La chica sin brazos); Peter Robinson (El esqueleto humano); Olga Roderick (Mujer Barbuda); Koo Koo (Koo Koo); Prince Randian (Hombre Oruga); Martha Morris (Chica sin Brazos 2); Elvira Snow (Zip); Jenny Lee Snow (Pip); Elizabeth Green (La Mujer Pájaro). Guión: Clarence Aaron Robbins; Willis Goldbeck; Leon Gordon; Charles MacArthur & Edgar Allan Woolf. Fotografía: Merritt B. Gerstad. Montaje: Basil Wrangell. Dirección Artística: Cedric Gibbons & Merrill Pye. Glorioso Blanco y Negro. 





Recuerdo haber visto Freaks (mal llamada La Parada de los Monstruos en España) en unas Jornadas Culturales del Campus de El Milán. Nos saltábamos las clases de Lexicografía o Generativa para coger un buen sitio en el salón de actos. Aquello se llenaba, igual que la cafetería por las mañanas (otro día hablaremos de la orientación de los estudios de Humanidades para que el 60% de los matriculados faltara con frecuencia a clase). Convenía hacerse con un sitio entre las primeras filas, porque el salón de actos no tenía desnivel y las películas se proyectaban en un televisor de tamaño mediano, muchas veces a contraluz. En el caso de Freaks, la copia era una grabación de televisión, todo lo más que no estaba editada en España. No sé quién fue el responsable de programarla, pero desde aquí mi gratitud. Porque Freaks cambió mi concepción del cine y, sin exagerar, diría que de la vida. Moderna, terriblemente moderna. Morbosa. Inquietante. Trepidante. Y con un mensaje apabullante.

¿Son de verdad?

Todos nos preguntábamos si aquellos engendros eran de verdad o simplemente un (magistral) truco de Tod Browning, una suerte de David Lynch de los años 20 y 30. 


Seguramente eso es lo que ustedes se preguntarán si la ven por primera vez. No darán crédito a sus ojos. Han pasado 82 años desde que se rodara la película. El mundo ha cambiado de manera brutal, pero no tanto las mentalidades. Nuestro cerebro aún se resiste a creer que estos seres existan. Pero existen. La mayoría del elenco procedía de los Freak Shows de los circos Barnum o Bailey. Por ejemplo, Johhny Eck, el hombre si piernas que se desplaza impulsándose con los brazos, solía hacer un número acompañado por la rata más grande del mundo. Schlitze, la mujer microcefálica, era en realidad un hombre. Tuvieron que ponerle un vestido (y así hacerlo pasar por mujer) por razones higiénicas, todo lo más que no era capaz de dominar sus esfínteres. Prince Randian, el hombre oruga que carece de extremidades, tomó por costumbre durante el rodaje acechar al resto del elenco en rincones del plató y asustarles hasta el escalofrío apareciendo de improviso. 
Conozco a mucha gente a la que Freaks le repugna. Es algo visceral, más allá de la razón. Algo así sintió la actriz rusa Olga Baclanova, la tercera opción de Browning para el papel de Cleopatra (Mirna Loy y Jean Harlow habían rechazado el papel espantadas por lo que allí habían leído). Se dice que Baclanova se desmayó al serle presentado el elenco con el que iba a rodar. Tras una sesión de terapia de Browning, la actriz consiguió mantener el tipo, pero fue incapaz de mirar a la cara a sus compañeros durante todo el rodaje. Algo que transpira en la película, y que la dota de una tensión extra. 

Una locura

Los directivos de la Metro estuvieron a punto de desechar el proyecto. Aquello era demasiado horrible, más de lo que habían pensado después de escuchar a Browning desarrollar la sinopsis. No detectaron el lirismo que envuelve a la película, la nostalgia de un mundo que había sido el del propio director. Tod Browning había trabajado varios años en un circo como payaso y contorsionista. Freaks es un recuerdo a su paraíso perdido, pero también una suerte de sarcástica venganza contra los maltratos de los dueños del circo y de sus adláteres. Un canto a la fuerza de los débiles para alcanzar su lugar en el mundo, aunque éste sea efímero. 
Tras muchas vicisitudes, Freaks se estrenó el 28 de enero de 1932 en el teatro Fox de San Diego. Era una versión en bruto, con la extensión intacta. Fue un revuelo tremendo. Hubo desmayos, clamor de indignación e, incluso, una mujer demandó a la productora aludiendo que había sufrido un aborto prematuro tras la visión de aquellas "monstruosidades". El morbo y, sin duda, la calidad del film, provocaron llenos diarios en el Fox. Sin embargo, cuanto más público veía Freaks, más crecía la repulsa hacia la película. Tanto, que la Metro decidió cortar 35 escenas. La versión que hoy podemos ver es una versión capada. Poco se sabe de las secuencias eliminadas. La original sólo se pudo presenciar durante aquellos siete días de locura en la ciudad californiana.
La película fue prohibida en varios países. En el Reino Unido no se estrenó hasta 1963. Aún hoy, aunque se pueda proyectar con libertad en EEUU, técnicamente sigue prohibida en varios estados, puesto que la legislación no ha variado desde hace 82 años. 



Una confederación de freaks

Pero, ¿qué cuenta Freaks? Un dato: la revista Premiere llegó a calificarla como "una de las 25 películas más peligrosas de la historia". Muy significativo. No tanto por los efectos físicos y viscerales que puede provocar, y que en su estreno incluso afectaron a la salud de los espectadores, sino porque Browning hace que los freaks, desechos humanos para muchos de sus contemporáneos, sientan, padezcan, sufran, tengan sentimientos... y sean capaces de unirse. Una revolución. Cabe recordar que en 1904, sólo 28 años antes del estreno de la película, los Juegos Olímpicos se celebraron en San Luís. Al término de las competiciones convencionales, que duraron seis meses (!), se organizó una escabrosa competición paralela sólo para negros e indios americanos. El estadio se llenaba para humillar a aquellos seres considerados, no sólo inferiores, sino también vencidos y domeñados, desamparados por aquel dios que determinaba cada acción del ciudadano medio americano y blanco. El elenco de Freaks recordaba a aquella competición paralela de San Luís 1904. El público acudía a la sala con la intención de mofarse de aquellos engendros. Pero la película contaba una cosa muy distinta.
Cleopatra, la trapecista del circo, y Hércules, el forzudo, se confabulan tras descubrir que Hans, perdidamente enamorado de la rubia, posee una enorme fortuna. Ella usa su belleza para engatusarlo y casarse con él, mientras que junto a Hércules planea envenenar al enano y así heredar su fortuna. Juntos, luego, huirían del circo. Sin embargo, Frieda, la prometida de Hans (en la vida real eran hermanos), descubre la jugada. Intenta abrirle los ojos a su amado, pero de manera inútil. Hans y Cleopatra se casan. Estamos en el banquete de bodas.

One of us!

Es un banquete pantagruélico. Se beben ríos. Cleopatra, borracha, humilla en público a Hans. Pero el momento culminante llega cuando, en plena efervescencia, desprecia a los freaks, que se disponen a aceptarla como una más, dentro de su logia, de su confederación de outsiders. La escena es memorable.


El horror se dibuja en el rostro de Olga Baclanova. Hay que recordar que durante el rodaje, los freaks eran obligados a comer solos, fuera del set, alejados de los actores "normales". Esta escena posee esa fuerza de las entrañas en ebullición. Es más que ficción. Es realidad. 
El desprecio de Cleopatra desata la furia de los freaks. Claman venganza. Preparan su desquite. De manera subrepticia diseñan el plan para acabar con Hércules y Cleopatra. Son más fuertes. Pero ellos son más. En un alarde de ritmo, Browning nos muestra cómo aquellos seres, que para sus contemporáneos no eran más que objetos deformes y desalmados, manejan los resortes de la venganza. El director se había esforzado hasta ese momento en dibujar sus personajes con un lirismo extremo, como seres bellos, tiernos, entrañables. Ahora, también son solidarios. 

El final es antológico. Con una precisión técnica inaudita, Browning filma a los freaks asaltando la caravana de Cleopatra y Hércules. De fondo, sólo la lluvia y los truenos. Son dos minutos que pasan a la historia de las escenas más impresionantes de todas las épocas.


Los freaks se deslizan, acechan. A menudo, creo que no es real, que sólo es la pesadilla de los dos malhechores, atormentados por su crimen. Así los dibuja Browning. Son seres irreales, surgidos de otra dimensión. Matan a Hércules y de Cleopatra... bueno, tendrán que ver la película para saber qué es de ella. 

Corolario

Freaks NO es una película de terror. Es un himno a la unión de los débiles. Es como si todos los humillados del mundo se levantaran en armas. Es como pegar al abusón de clase. Es una obra maestra inmortal. 

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