jueves, 30 de octubre de 2014

CRÍTICAS (VI): "RELATOS SALVAJES"

Relatos Salvajes. Argentina, 2014, 122 minutos. Dirección: Damián Szifrón. Reparto: Darío Grandinetti (Salgado en Pasternak), María Marull (Isabel, en Pasternak), Julieta Zylberberg (Camarera en Las Ratas), Rita Cortese (Cocinera en Las Ratas), Leonardo Sbaraglia (Conductor en El Más Fuerte), Walter Donado (Conductor en El Más Fuerte), Ricardo Darín (Simón en Bombita), Nancy Dupláa (Victoria, esposa de Simón, en Bombita), Alan Daicz (Santiago en La Propuesta), Germán de Silva (Casero en La Propuesta), Óscar Martínez (Mauricio en La Propuesta), Osmar Núñez (Abogado en La Propuesta), Erica Rivas (novia en Hasta que la Muerte nos Separe), Diego Gentile (Novio en Hasta que la Muerte nos Separe). Guión: Damián Szifrón. Música: Gustavo Santaolalla. Fotografía: Javier Juliá. Montaje: Pablo Barbieri Carrera & Damián Szifrón. Color.




INTRODUCCIÓN

Todo buen cinéfilo sabe que los mejores actores son los argentinos. Luego están los británicos. Claro, el tema del idioma haría cambiar las tornas si esta opinión no la emite un ciudadano hispanoparlante sino, pongamos, un neozelandés. Pero entre estos dos países, siempre agarrados para bien o para mal, anda el juego. Escuchar y ver a Norma Aleandro, Héctor Alterio, Ricardo Darín o el más grande actor de las últimas épocas, Federico Luppi (por cierto, con 81 años está olvidado y cerca de la ruina. Esta entrevista en La Nación es para no creérselo http://personajes.lanacion.com.ar/1642786-federico-luppi-darin-me-sigue-pareciendo-un-boludo) , le hace desear a uno que cualquiera de esos personajes sea tu profesor, tu padre, tu ferretero, tu fisioterapeuta, el entrenador de futbito de tu hijo, el quiosquero, el amigo con el que tomar unas copas cuando las cosas van mal. Y, asimismo, da la sensación, viéndolos y oyéndolos, de que vas por una calle de Buenos Aires, coges (eliges, para los argentinos, no se me vaya a enfadar nadie) a un niños que pasen por ahí, los pones a actuar, y te hacen Hamlet. Parece un pueblo diseñado genéticamente para actuar. 
Así que si coges (eliges) un ramillete de actores argentinos, les das un buen texto y creas una atmósfera de trabajo en la que se sientan cómodos, éxito asegurado. Eso es lo que ha hecho Damián Szifrón en Relatos Salvajes. La película ha arrasado en Argentina, donde ya es una de las diez más taquilleras de la historia. Ha sido ovacionada en Cannes, en San Sebastián y en Toronto. Acumula, atención, 21 (!) nominaciones para los Premios Sur (Los Óscar argentinos) y ha sido elegida por la academia de su país para que la represente en los Óscar. Vamos, la película del año sin duda. En Europa también ha tenido cierto éxito, sobre todo porque la produce, entre otros, Almodóvar. Y eso tira. Hombre, no la ha promocionado de la manera empalagosa y voraz con la que promociona las películas que dirige pero, vamos, su mano se ha notado. En España está teniendo muy buenas cifras. 
¿Qué cuenta Relatos Salvajes? Pues, en realidad, no cuenta nada. Simplemente imagina. Imagina un escenario cada vez más probable: que un día ustedes y yo, y los vecinos y los padres y las madres y los hijos y las abuelas estallemos y no nos dejemos avasallar por esta oligarquía y sus acólitos, entre los que se encuentran padres, madres, hijos, abuelos, vecinos... Y, a partir de esa abstracción, uno puede sacar sus propias conclusiones. Seguramente las de la señora que se sentó a mi lado sean distintas a las mías. Y eso es el cine. Y eso es el arte. Y eso, en definitiva, es la vida.


LA TRAGEDIA ES LA MEJOR COMEDIA

Es un axioma que no hay nada que más risa produzca que la tragedia ajena. Ya Aristóteles hablaba de ello. ¿Por qué? Pues porque el humor no es hacer el gangoso o ridiculizar a una etnia o frivolizar con lo que ya es frívolo de por sí. Eso sólo es simpleza. Porque lo que más risa da, sin duda, es comprobar que lo que le pasa al señor o a la señora que sale en la pantalla nos puede pasar a nosotros. Pero en realidad, no nos pasa a nosotros, sino a otro pobre imbécil. No hace falta que salga en la pantalla. Que vayamos al cine a ver esas cosas es simplemente una cuestión de urbanidad e, incluso, de cautela. Vamos, para no hacerlo en la calle y provocar un altercado. La comedia en el cine o en el teatro es la agresividad institucionalizada. Uno ve que al prójimo le joden la vida, o se carga a alguien, o se reencuentra con la persona que una vez, hace muchos años, le provocó un trauma, y piensa: "Me podría pasar a mí, pero le pasa a este. Qué alivio". Vamos, lo que viene llamándose una catarsis. 
Todos los grandes cómicos han tenido vidas trágicas. Lo malo es que eran graciosos, y un gracioso siempre quiere transmitir un drama, pero la gente se ríe. Si la mejor comedia de la historia es ésta, ¿no están de acuerdo en que es un drama auténtico?



Sí. Relatos Salvajes tiene algo de la grandiosa La Batalla del Siglo de Oliver y Hardy. Habla de gente común que un buen día decide hartarse. Y lo hace sin miramientos. Hasta el final. Sólo que sin tartas. 
Szifrón tiene algo de truculento, como los buenos directores de comedia. Algo de Wilder, del primer Allen (ambos judíos, como el propio Szifrón. ¿Son los directores judíos los reyes de la comedia? Otro día escribiremos al respecto). De Seth MacFarlane. De hecho, el episodio titulado El Más Fuerte, en el que dos conductores, después de un pique, intentan acabar con la vida del otro con los métodos más crueles, recuerda irresistiblemente a esta escena de Padre de Familia, del propio MacFarlane, probablemente la mejor escena rodada para un soporte audiovisual en la última década.



Relatos Salvajes está compuesta de seis historias independientes en tiempo y espacio, pero comunes en esencia. Las seis hablan de la venganza, en todas sus expresiones: desde la mascada durante años y años e ingeniada hasta el detalle, en realidad la venganza por antonomasia, hasta la que se produce por un impulso irresistible, pasando por aquella que aunque quiere, no puede, bien por bondad o por una extraña empatía hacia el ser denostado. La película empieza como tiene que empezar una película: con un subidón. Con una historia, la titulada Pasternak, que no sólo es la más divertida de las seis, sino que aislada, sería magistral (tal como la historia de Pichirri en Historias de la Radio, aislada, quizá sea la mejor película española de siempre). Un buen cebo que infunde al espectador el deseo de que llegue la siguiente historia, y luego la siguiente... porque no sólo la tragedia va en aumento, sino también la violencia, tanto física como psicológica, aunque sin llegar al mal gusto. 




GUIÓN Y CÁSTING

Relatos Salvajes cumple a rajatabla con el ABC de la comedia: tiene un gran guión y el reparto es inmejorable aunque, como ya dije, tratándose de actores argentinos el camino se allana en este aspecto. Los diálogos alcanzan momentos brillantes. La acción no es enrevesada. Todos acumulamos la suficiente rabia como para empatizar con los protagonistas: con el músico frustrado que se venga de todos los que le hicieron la vida imposible; con la chica que se reencuentra con el acosador de su familia; con el hombre al que la grúa le lleva una y otra vez el coche por mero afán recaudatorio... en fin, con todos. Todos podemos llegar a ese punto de cólera. Lo que hace atractiva la película es cómo Szifrón le da al magín para pergeñar las maneras en las que los personajes consuman sus venganzas, muchas de ellas rozando el paroxismo. Es un acierto total intercalar escenas muy violentas (que no desagradables) en una acción dominada por la comedia. 
La película gusta por ese guión, pero también por la puesta en escena. El montaje es fantástico, pero tiene un matiz: es puramente televisivo y eso atrae a un público joven, a la generación de las grandes series de TV. No en vano, Szifrón se crió en el medio televisivo y fue el creador de dos series que tuvieron su versión española; Los Simuladores (declarada la mejor serie argentina de todos los tiempos) y Hermanos y Detectives. Tiene el director argentino ese pulso televisivo que gusta a cierto sector de espectadores, aunque puede resultar un poco molesto, o indescifrable, para personas de edad más avanzada.
Es esta formación televisiva la que, al tiempo que aporta frescura a la película, también constituye uno de sus mayores errores. La decisión de dividir la trama en historias independientes funciona como un reloj hasta poco más de la mitad del metraje. A partir de ahí, la película se va anquilosando un poquito hasta llegar a la última historia, una idea divertida pero con un desarrollo sobrecargado. Tanto, que, en global, a la película le sobra algún minuto. Esa morosidad en el tramo final evita que Relatos Salvajes sea una película redonda.


COROLARIO

Relatos Salvajes ofrece dos posibilidades: o bien ir al cine para desconectar y reírse durante dos horas; o bien reírse durante dos horas y, además, reflexionar sobre lo que nos intenta contar Szifrón. Los personajes creados por el director argentino son los trasuntos de todos nosotros, de una sociedad que necesita cambiar, comenzar a quitarse capas de superficialidad (como los novios de la última historia) y llegar hasta el tuétano de nuestros huesos. Una vez ahí, debemos volver a empezar. Tenemos la obligación de cambiar la sociedad porque nosotros somos la sociedad. Que no nos vendan más cuentos.

Comentario aparte merece la magnífica idea de crear La Fiesta del Cine. Yo no sé si a las distribuidoras alguna vez les entrará en la cabeza que sus intentos de destruir el cine han estado a punto de tener éxito. Los precios prohibitivos, los intentos de convertir los cines en restaurantes, y la disculpa de la piratería han alejado a demasiada gente de las salas. Demostrado queda que un precio razonable atrae a más gente, a mucha más gente, que va a ver la película. No va a merendar o cenar. Va a ver la película porque considera que está pagando por algo justo. Ya no hace falta convertir la sala en un cuchitril. Sí, hay que pagar peajes como que las señoras de al lado vayan comentando la película como si estuvieran en su casa. O que gente acostumbrada a bajarse las películas y verlas en la tele tumbados en el sofá mantengan esa actitud en el cine. Ya ni se habla en voz baja. Pero, bien, eso pasará. Todo por mor de la recuperación del cine. Ahora bien: las bolsitas de plástico llenas de gominolas hay que abrirlas del tirón. Manosearlas, buscarles la abertura, meter la mano hasta el fondo para rebañar lo que queda, eso es una canallada. Ya que de Argentina tratamos, una recomendación: "metete la bolsita por el orto". 

1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con lo que cuentas. Para mí también los actores argentinos tienen algo especial, será por la formación que reciben allí, supongo. Son distintos a nosotros pero al mismo tiempo tienen la facultad de resultarnos realmente cercanos. Lamento oir lo de Luppi.

    Ayer vi, por fin , la película y me ha gustado mucho, es divertida, entretenida y al mismo tiempo, nos hacer reflexionar. Eso sí, quizá si hubiera oído hablar menos de ella antes de verla, me habría sorprendido más.

    ResponderEliminar