viernes, 14 de junio de 2019

CONTORSIONISMO EN EL SOFÁ: CINE PARA NOCHES DE VERANO. CAP.3: "KES", DE KEN LOACH

Kes. UK, 1969. Dirección: Ken Loach. Reparto: David Bradley, Freddie Fletcher, Lynne Perrie, Colin Welland, Brian Glover, Bob Bowes, Robert Naylor. Guión: Ken Loach & Barry Hines, basado en la novela A Kestrel for a Knave del propio Hines. Música: John Cameron. Fotografía: Chris Menges. 113 minutos. Color.



INTRODUCCIÓN

Dedicamos la tercera entrega de nuestra selección veraniega a una película que se desarrolla en un lugar donde el verano es inconcebible. Barnsley, Yorkshire, finales de los años 60. El glamour del Swinging London, del beat y de las drogas de diseño no llega a esta población donde los vecinos beben cerveza, escuchan viejos éxitos del rock'n'roll, letras picaronas y bobaliconas, alternan en locales como enormes cajas de zapatos, y la mayoría de ellos trabaja bajo tierra, en la totémica mina que abastece a la comarca y a la industria pesada de la vecina Sheffield. El aire es denso y el sol es menos poderoso que las nubes cenicientas que lo cubren todo. Los niños juegan en la calle y no pueden volver a casa hasta que se hayan embadurnado el rostro y los miembros de hollín. A partir de los doce años, un hombre viene de Londres y te pregunta en qué quieres trabajar. Es el comienzo de una vida prediseñada, en la que sólo se puede ser minero, ama de casa u oficinista. Nada hay más allá de Barnsley. Nada hay más allá de la mina. Nada hay más allá de la carne de cañón. 
En estas circunstancias le ha tocado crecer a Billy Casper, un chaval que atraviesa lindes privadas por el mero hecho de acortar su carrera hacia algo distinto, hacia esa luz que brilla aún, en algún sitio, y a la que quiere llegar. La supervivencia no es suficiente. Sí, está bien para salir del paso, y por ello  comete pequeños hurtos, simplemente porque en su barrio la necesidad obliga. Pero Billy oye voces, y le dicen que más allá de las minas y las chimeneas late algo precioso. 

LA CONSAGRACIÓN DE KEN LOACH

Ken Loach, que estos días cumple 83 años, firmó su segunda película como Kenneth Loach (aún su nombre de pila completo). No lo haría nunca más. Kes, considerada por muchos británicos como una de sus películas más queridas, fue su consagración y lo colocó como adalid del llamado Realismo Social, la contestación británica al Cinéma Vérité francés o al Neorrealismo italiano. Personalmente, prefiero a ese Loach, al director de rodaje límpido y discurso libre que al de los últimos 25 años, más académico y moralizante, aunque haya firmado obras maestras como Ladybird Ladybird o Lloviendo Piedras. 
En Kes adapta la novela de Barry Hines, autor nacido en Barnsley y que, como Billy Casper, asistió a la alcanforada y terrible Ecclesfield Grammar School, la escuela en la que aprendieron lo que no querían ser. Kes no es más que la abreviatura de kestrel (término inglés que se puede traducir como cernícalo), nombre que Billy le da al que se convertirá en el único motivo de su existencia: un halcón que roba de un nido en una torre abandonada. 



LA VERDAD DEL AMATEUR

Collin Welland, que interpreta al profesor de lengua, un humanista que es el único que intenta comprender a Billy, es el único actor profesional de la película. El resto, incluido el joven David Bradley, son vecinos del pueblo, y todos ellos están absolutamente fantásticos. Cómo olvidar esa memorable escena del entrenamiento de fútbol en la que el estrafalario, surrealista y rechoncho entrenador está interpretado de manera sublime por Brian Glover, luchador profesional bajo el nombre artístico de Leon Arras, el Hombre de París y profesor de lengua en la escuela (real) en la que se desarrolla parte de la película. O el monólogo shakesperiano de Bob Bowes, que interpreta en la cinta el mismo papel que en la vida real: director de la escuela. Un ramillete de personajes anónimos, que hablan con el acento de la zona (incomprensible incluso para los propios británicos) y que parecen haberse formado en las mejores escuelas actorales del mundo. Un mérito propio, desde luego, pero también de Ken Loach, famoso por saber impregnar a sus actores del tuétano mismo de la película que quiere contar. Con su forma de rodar, en planos secuencia, y sobre todo, con la posición de la cámara, con primerísimos planos casi etéreos, Loach consigue un lirismo telúrico, como si la propia tierra cenicienta aullara, y sus gritos formaran ya parte del alma de cada uno de los personajes. Para aliviar tanta sensibilidad, Loach introduce escenas costumbristas gracias a rodar con cámara oculta en escenarios cotidianos, lo que obligaba al director a suspender el rodaje en repetidas ocasiones ante la reacción espontánea de los vecinos que acudían al estanco o a la librería del pueblo. 

LA POÉTICA DEL PROLETARIADO


Kes se desarrolla entre el suelo y el cielo. En el suelo, todo es sucio y deprimente. Billy duerme en la misma cama que el que se supone que es su hermano (nunca queda claro en la película), Jud, que no deja de atormentarlo; en el colegio sufre el acoso de muchos de sus compañeros; no le gusta el fútbol, algo que es un auténtico estigma, y su única obsesión es sobrevivir. En el cielo, la geometría es diferente. Kes, el halcón que roba para criarlo, se alza a una altura en la que el mundo discurre a otra velocidad. Tratar de amansar esa libertad es imposible. "Son como humanos, no se pueden domesticar", le dice Billy a su profesor de lengua. Lo cierto es que en Barnsley los humanos no es que se puedan domesticar, es que ya lo están. Estas son las normas: trabajarás como una mula, se te pagará un sueldo decente y podrás divertirte emborrachándote los sábados por la noche. Pero Billy sabe que hay algo más que todo eso, y lo sabe porque existe Kes, su única amiga. Tratar de comprender su lógica es como tratar de comprender la lógica del mundo. Es una amistad palpitante y, como las buenas amistades, esporádica, siempre con la posibilidad desgraciada de que uno de los dos se marche un día para siempre.
Billy es la poética del proletariado: el outsider que no quiere cambiar nada, sino vivir bajo un sistema de normas propio. No es consciente de la basura que le rodea. Sólo es consciente de que, si corre, podrá huir y si huye podrá vivir. Es  la poética de la desesperación y, como toda poesía que nace de las entrañas, siempre será triturada por la rueda de molino del mundo, de los otros, de los que aceptan. Así que mejor guardarla en secreto, como las visitas de Billy al cobertizo donde oculta a Kes. Es su universo propio... y lo seguirá siendo hasta que la tierra los trague.

COROLARIO

Kes nos habla de lo mismo que Miguel Hernández en El Rayo que no Cesa, de ese microcosmos esperanzado y amargo que es todo lo que se desarrolla dentro de las paredes de nuestro cráneo y que  que sale un día, hermosamente, a volar por los cielos donde el sol nunca brilla. 

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